- Sociedad
- ÁNGELA CARRASCO
24/11/2025.- Cada vez más jóvenes recurren a la Inteligencia Artificial (IA) para expresar sus emociones, pedir consejos o aliviar su soledad. Conversan con ChatGPT, Alexa, con bots de redes sociales o con aplicaciones de bienestar que prometen “escuchar sin juzgar”. Sin embargo, detrás de esta nueva forma de desahogo virtual surge una duda inevitable: ¿puede una máquina reemplazar el asesoramiento humano que ofrece un psicólogo?
Mirko Quisbert, uno de los profesionales de Psinergia, explicó que la IA no logra realizar el trabajo completo de un profesional. “Un psicólogo evalúa, diagnostica e interviene. Esa intervención es la parte más importante”, aclara. “La inteligencia artificial puede reconocer emociones o dar respuestas amables, pero no entiende lo que hay detrás de las palabras ni el contexto personal de quien escribe”.
soledad y búsqueda de compañía
Quisbert observó que muchos jóvenes optan por hablar con una máquina porque se sienten solos o no cuentan con recursos para asistir a una consulta profesional.
“A veces no tienen con quién conversar o no pueden pagar una consulta. Entonces buscan respuestas en ChatGPT o en los chats de Instagram o WhatsApp. La IA está disponible todo el tiempo, no se cansa y responde con amabilidad. Esto puede dar una sensación de compañía”, señaló. Sin embargo, advirtió de que ese alivio temporal puede volverse riesgoso. “La IA suele ser condescendiente. Tiende a dar la razón a quien consulta, incluso si sus pensamientos son erróneos o poco saludables. Si alguien, por ejemplo, siente celos y pregunta si su reacción fue correcta, el sistema puede justificarla, y eso refuerza la conducta”, indicó.
entre la ayuda y
el peligro
El especialista subrayó que una conversación con IA nunca reemplaza la mirada profesional. “El psicólogo percibe detalles, el tono de voz, la postura, los gestos, las contradicciones entre lo que se dice y lo que se siente. Si alguien asegura estar bien, pero su rostro refleja tristeza, el profesional lo nota y lo confronta con empatía. La IA no puede hacerlo”, afirmó el psicólogo.
No obstante, reconoció que la tecnología puede resultar útil, aunque solamente en ciertos contextos.
“Puede servir a personas que viven en zonas rurales o que no pueden pagar terapia. Es una herramienta de orientación inicial, no una ayuda profesional”, puntualizó.
Romper el tabú
El especialista insistió en que cuidar la mente no debe considerarser como un lujo. “No hay que esperar una crisis para acudir al psicólogo. Todos necesitamos entendernos, sanar y crecer. Incluso, los profesionales necesitan ayuda. La terapia no es debilidad, es síntoma de madurez”, afirmó.
En una generación hiperconectada, la Inteligencia Artificial puede convertirse en una puerta hacia la reflexión, pero no en el destino final. “La IA puede acompañar —concluyó Quisbert—, pero no sanar. La diferencia está en la empatía, no en los algoritmos trazados”.
Situación de la salud mental
La salud mental continúa como una de las áreas menos atendidas del sistema sanitario boliviano. Aunque su impacto social y económico es cada vez más evidente, las políticas públicas y los recursos destinados a este ámbito continúan escasos.
Según datos del Ministerio de Salud, a 2008, apenas el 0,2 por ciento del presupuesto nacional del sector se destinaba a la atención en salud mental. Esta inversión mínima contrasta con la creciente demanda de la población, que en muchos casos no puede acceder a servicios privados por su alto precio. La carencia de profesionales especializados agrava el panorama.
Por cada 100 mil habitantes, el país cuenta con solo 1,06 psiquiatras, 0,46 psicólogos, 0,25 trabajadores sociales y 0,2 terapeutas ocupacionales. Una cifra que, de acuerdo con expertos, refleja la limitada capacidad del sistema público para responder a las necesidades reales.
A esta marcada deficiencia se suma la absoluta ausencia de una política nacional de salud mental y de leyes específicas que garanticen el derecho a una atención integral.
La falta de lineamientos claros impide la creación de programas sostenibles de prevención, tratamiento y reinserción social para las personas aquejadas por trastornos mentales.