La falta de educación ambiental es una de las deficiencias más apremiantes en nuestra sociedad. Desde las aulas hasta los espacios públicos, el conocimiento sobre cómo nuestras acciones individuales y diarias afectan al medio ambiente es alarmantemente escaso en Bolivia. Con decir que sigue habiendo gente que bota basura en la calle sin ningún sonrojo.
La educación ambiental debería integrarse de manera estructural en todos los niveles del currículo escolar y en la formación continua de todos los ciudadanos. Por más de que sea una medida a largo plazo, es menester comenzar ya.
A través de esta educación aprenderíamos todos a valorar a la naturaleza y a entender la magnitud de la devastación que le estamos infligiendo. Desde la deforestación descontrolada hasta la contaminación del aire y del agua, las consecuencias de nuestras actividades humanas son cada vez más evidentes. Estas prácticas destructivas persisten debido a la falta de conciencia y conocimiento sobre sus impactos reales. Un buen ejemplo son los interculturales afines al MAS que bloquearon la carretera Beni-La Paz estos últimos días, exigiendo poder seguir chaqueando. El gobierno cedió a sus demandas, cuando el país se nos quema. Demuestra lo arraigadas que están las creencias tóxicas y lo increíblemente desconectados que estamos de la naturaleza. Influye también la pobreza. Si a alguien necesitado se le ofrece cierto monto por quemar, no dudara mucho en hacerlo, y menos si no sabe cuál es la magnitud de esa decisión.
Integrar la formación ambiental desde una edad temprana en las escuelas no solo proporcionaría conocimientos técnicos sobre la conservación y la sostenibilidad, sino que también cultivaría una ética de responsabilidad ambiental en las generaciones futuras. Los estudiantes aprenderían sobre la importancia de la biodiversidad y la gestión de recursos naturales. Este aprendizaje les empoderaría como ciudadanos informados. También inculcaría la corresponsabilidad del ciudadano en el cuidado del medio ambiente.
De hecho, la educación ambiental no debería limitarse solo a las aulas. Es crucial implementar programas de formación continua para todos los sectores de la sociedad. Desde profesionales en industrias clave hasta líderes comunitarios y ciudadanos en general, todos debemos entender cómo nuestras decisiones diarias impactan al medio ambiente y contribuyen al cambio climático. Y como también con pequeñas acciones consistentes se puede ayudar a la solución. Desde llevar tu propia bolsa reutilizable a las compras, pasando por evitar plásticos de un solo uso, hasta evitar usar el auto u organizarse para compartir viaje con otros, todo ayuda a la mejora de calidad.
Ciudadanos informados y comprometidos pueden influir en políticas públicas más efectivas y en la adopción de prácticas empresariales sostenibles. Esto no solo fortalece la resiliencia de las comunidades frente a los desafíos ambientales, sino que también promueve un desarrollo humano integral y equitativo.
La integración de la educación ambiental en todos los aspectos de la sociedad es una necesidad imperiosa.
Garantiza un futuro sostenible para las generaciones venideras. Al hacer de la sostenibilidad y la conservación una prioridad educativa y social, invertimos en un mundo donde la prosperidad humana está en armonía con la salud del planeta. Es hora de actuar con determinación. Una visión hacia un futuro donde el conocimiento y el respeto por el medio ambiente sean fundamentales para todos nosotros es posible. Cada uno puede poner su granito de arena. No se trata de ser perfectos, pero sí de ser conscientes y de dar de nuestra parte.