Estaba yo tranquilamente celebrando el Día Internacional del Hombre, 19 de noviembre, lavando los platos en mi casita, cuando un portazo y un grito en la casa de mi vecina llamaron mi atención. El portazo fue como un “¡pom!” fuerte y seco, y el grito fue una imprecación correspondiente a una serie de epítetos irreproducibles en general, que no corresponden ser reproducidos en esta columna por temor a que nos manden a la re-mierda.
Ahora, si bien es educado no meterse en la vida de los vecinos, a la vez, si uno escucha un portazo y un grito, es igual de civilizado apersonarse y preguntar si todo está bien, no solo para ser un buen vecino, sino para enterarse del chisme. De modo que salí de casa, aún secando una taza en las manos, con mi coqueto mandilito del gorrioncillo pecho amarillo, y me aproximé a la puerta de la vecina en cuestión.
Toqué la puerta tímidamente y me cercioré de recibir una respuesta. –Doña Mauge, buenas tardes. ¿Está todo bien? –¡Hijo no te vi! Vas a disculpar la bulla. ¡Es que estoy renegando! ¡Acabo de volver del mercado y todo ha subido! Tomé una bocanada de aire al estilo Cerati, porque vi el caudal de realidad nacional que se me venía encima. –El tomate, una barbaridad. El maple de huevo, como si fuera importado.
La mantequilla, ¡me quieren cobrar 79 pesos por un kilo! Yo quería hacer una torta de chocolate para mis nietos, ahora con suerte alcanza para que les compre un queque. –Bueno… siempre queda el viejo y confiable panetón del Hipermaxi, señora. Así, poco a poco, fuimos haciendo una lista de los distintos insumos de la canasta familiar cuyo precio se había ido por las nubes. Del arroz, quedamos en que más vale saborearlo y aprovecharlo ahora hasta el último grano, porque al parecer, tendremos que comenzar a importarlo.
Del aceite de oliva ya hablamos no como un gustito, sino como un lujo. “¡Catacoraaa!” grité y me reí; mi vecina me devolvió una mirada extraña, supe así que no estaba actualizada con las tendencias de TikTok. –Ay señor. ¿O será que ya me pesan los años, que todo me cansa? Es que siento que todo está mal.
Este presidente que tenemos es un inútil. –Tiene la misma utilidad que un alicate de espuma. –¿Y has visto en Estados Unidos? Ha vuelto a subir Trump, nadie se lo esperaba. ¡Qué irá a hacer ese loco! –Ah, pero no se preocupe, señora. En ese país, las instituciones son muy sólidas y no responden al capricho de un caudillo, por muy chiflado que esté. Y de todas maneras, Biden no es que estaba en la cumbre de su lucidez… –¿Será? Porque este hombre fue encontrado culpable de cargos criminales, pero eso no impidió que se postule a la presidencia y que gane… –Doña Mauge, le digo con toda confianza, a partir de ahora la nación del norte va a tener su probadita de tercermundismo.
Mire cómo les va: acaban de reelegir a un caudillo populista que va camino a la senilidad, después de que éste quiso quedarse con el poder a toda costa al perder la anterior elección. Éste ha apuntado a un secretario de salud que es un loquito antivacunas, que siempre sale con una historia estrafalaria en los medios.
Ha designado como fiscal general a un acusado de delitos de abuso y acoso a menores. Ha elegido a un comentarista de televisión como secretario de defensa. Su socio comercial es un millonario aventurero que le está dorando la píldora para obtener beneficios comerciales y legales.
¡No lo podría hacer mejor si el Tilín lo estuviera asesorando! Yo creo que a los yu-es-ei les ha llegado la hora de la kakistocracia, el gobierno de los peores, algo a lo que ya estamos tan acostumbrados en el país, que cuando aparece alguien en un cargo público que de verdad cumple de manera eficiente con su función, todo el mundo se sorprende y nueve de cada diez veces, lo más probable es que lo vayan a echar para poner a otro “compañero”, porque según ellos, la meritocracia está mal. –Ay hijo, qué iremos a hacer. Pero no te quedes parado en la puerta, pasa por favor.
De esa manera, viendo que estaba de mandil, aproveché de lavar sus platos también, mientras ella me invitaba un poco de panetón del Hipermaxi, el “peor es nada” de los hogares bolivianos, que ahora se encuentra todo el año.