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  • LA PRENSA
Más que ser un motivo de satisfacción o alegría, el dato debe llamar profundamente a la reflexión, cuando a preocupación. En los seis primeros meses del año, las fuerzas encargadas de llevar adelante estas tareas en el país secuestraron 27,87 toneladas de pasta base y clorhidrato de cocaína. Si considera que, a lo largo de 2023, las incautaciones de esta droga alcanzaron a 32,93 toneladas, se llegará a la conclusión de que en un semestre ya se cubrió casi el 86 por ciento, lo que permite suponer que cuando llegue diciembre, el volumen incautado duplicará los logros en materia de interdicción de la gestión anterior. Cabe preguntarse entonces si han mejorado los mecanismos de control y los operativos se tornaron más eficientes, lo que desde luego resultaría plausible o si, como podría temerse, se incrementó en el país la producción del alcaloide, lo que resultaría muy complicado, por decir lo menos. Es probable que haya una combinación de ambos factores. Mayor capacidad de las fuerzas antidrogas y más elaboración de esa droga que tanto daño hace a las personas en todo el mundo. Los cultivos de coca en Bolivia se mantienen dentro de niveles relativamente controlados, a diferencia de lo que ocurre en los otros dos países que tienen estos cultivos: Perú y Colombia, pero ante esta constatación, surge de inmediato otra pregunta: ¿realmente es necesario mantener 22 mil hectáreas contempladas en la ley vigente como necesarias para cubrir la demanda interna o quedan excedentes que se destinan a la elaboración de cocaína y al tráfico de drogas? Probablemente, sí. Se sabe, por los constantes decomisos, que el ingreso de hoja peruana al territorio nacional es permanente. Está claro que esos volúmenes no se destinan a alguno de los tres usos que se da a la hoja milenaria: medicinal, acullico o ritual. Es coca que va al narcotráfico, lo que puede explicar el crecimiento de la producción y consecuente incautación de la droga. La lucha contra el narcotráfico no debe desmayar y debe intensificar. No se debe olvidar, además, que narcotraficantes financiaron uno de los peores regímenes de nuestra historia, el del furiosamente anticomunista Luis García Meza.