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Atrás quedaron las épocas en las que se les pagaba a los soldados y funcionarios públicos romanos con sal o con metales preciosos, como ocurría en la antigüedad. Ahora son las monedas virtuales, criptomonedas o activos virtuales que se emplean en un mercado cada vez más conectado por la tecnología y al que Bolivia se incorporó el mes pasado, luego de que el Banco Central de Bolivia (BCB) determinó anular una normativa que prohibía su uso, en coordinación con la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) y la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF).

Pero, ¿qué son los activos virtuales? Según la definición del Banco Central, son recursos digitales con valor económico, a menudo “están asegurados por la criptografía y existen en el ecosistema digital. Su naturaleza desmaterializada no impide que tengan un valor real”.

Su uso se empezó a extender desde 2008, cuando una persona o un grupo identificado con el seudónimo de Satoshi Nakamoto remitió un mensaje a una lista de correo sobre criptografía en el describió un proyecto para crear una moneda digital.

En la actualidad estos activos transformaron las transacciones económicas y facilitan intercambios más rápidos, seguros y sin la necesidad de intermediarios.

Si bien no se las puede tocar o ver son intercambiables como las monedas tradicionales, no necesitan intermediación alguna, no requieren la identidad del usuario, su compra o venta se resuelve en minutos y su precio está determinado por la oferta y demanda.

Lo que se espera es que tanto la ASFI como la UIF emitan normativas particulares para promover su transparencia, su trazabilidad o la forma de hacer un seguimiento al dinero virtual, la seguridad de las transacciones y la posibilidad de contar con información que permita construir estadísticas de las operaciones que se lleven adelante.

Si bien se permite su uso, el BCB insiste en reiterar que la única moneda de curso legal en el país es el boliviano, que no será reemplazado.

Por: Gregory Beltrán