Oye viejo, qué manera de pasar los primeros días de agosto, ¡a puñetazo limpio! ¿Te has fijado de cuántos golpes estamos hablando en una sola semana? Reacomodemos la quijada, enderecemos la nariz, limpiémonos la sangre y recapitulemos.
Primero, las elecciones en Venezuela. Como no podía ser de otra manera, siguiendo el “Breve manual del dictador tóxico narcisista”, Nicolás Maduro hizo un megafraude, más grande que instalador de Photoshop sin comprimir, ganando un proceso electoral con menos transparencia que el río Sena en verano (guácala). El pueblo se lanzó a las calles para protestar por las malas artes del tirano ¿y qué dijo él? “Es un golpe de Estado”. Una excusa que nunca falla, particularmente si tienes el apoyo del coro internacional de amigos de la limpieza electoral, léase Nicaragua, Corea
del Norte, China, Rusia y… oh Bolivia. En fin, sabía que salir últimos en la Copa América no era nuestra peor vergüenza.
En realidad, Maduro se encargó de dar “golpes” en prensa cada día, retando a una pelea con piñas reales a Elon Musk (extravagancia a la que el millonario accedió) y culpando de sus mañas a Joe Biden, a la CIA, la DEA, a los Avengers, a
Whatsapp y al villano de moda, Javier Milei. A ver, sigamos con más porrazos. En los Juegos Olímpicos de París, la boxeadora argelina Imane Khelif venció a su rival Angela Carini, de Italia, con dos puñetazos en 46 segundos.
La italiana abandonó (al parecer no le habían explicado que el objetivo en el boxeo es dar trompadas al rival).
Y se desató la polémica porque, decían algunos, la ganadora era hombre. ¿Un deportista trans, representando
a un país musulmán? No lo sé, Rick… resulta que no, Imane es una mujer, con útero, ovarios, todo, pero con un nivel de testosterona muy alto, y junto con ello un registro de cromosomas XY. En pocas palabras, parece hombre. Pero pocos mencionaron que, como boxeadora, ya fue derrotada nueve veces, una de ellas por la actual campeona olímpica, la irlandesa Amy Broadhurst. Justo son esos golpes de la vida los que la impulsaron a seguir una carrera en el
boxeo, aprovechando de esa manera la ventaja que le da su desorden hormonal. 

¡Casi como tener un súper poder! Los X-Men, un piojo tuerto. Como si no fueran suficientes los piñazos mencionados, en la Asamblea Legislativa, nuestras gobernantes se agarraron a mamporros por enésima vez, normalizando una práctica que, de tan usual, ya ni sale en las noticias: si no les puedes vencer en el debate, ¡pégales! Esta disputa se añadió a varias ya ocurridas en el poder legislativo. Hace 3 años, un diputado msupuestamente peleador de tinku fue sacudido como guaype por un colega del oriente, demostrando que uno puede tener mucha historia, pero poca
calle. A principios de año, otra escaramuza entre diputadas derivó en acusaciones mutuas de “ella comenzó y yo me defendí”, como si no hubiera cámaras que registran todo y que nos muestran la realidad, pese a la historia que cada quién cuente. Y hace algunos meses, una representante oficialista intentó, sin éxito, agredir al diputado opositor Ormachea, logrando solo bajarle el calzoncillo y encandilando al resto del hemiciclo, certificando que lo de “culito
blanco” no es un insulto discriminatorio, sino una descripción literal, o simplemente “lit”, como está de moda decirlo.¡Diputado, aproveche un cuarto intermedio y vaya a tomar sol!


Finalmente, lo de estos días es el golpe al bolsillo que vamos sufriendo poco a poco: no hay dólares en una sociedad que vive del comercio, el transporte de un país depende de tres barcos que no tenían autorización de llegar al puerto, y cada semana los bancos te dicen cuánto puedes sacar de tu cuenta y cuánto no. ¡Lindo panorama para celebrar 199 años de “libertad”! Ah, sí, pasaron las fiestas patrias…
Así de golpe.