El año pasado, el matutino Los Tiempospublicó un ejercicio evaluativo acerca del desarrollo de la Festividad de Urkupiña, cuyos resultados revelaron que más del 70 por ciento de sus encuestados criticaron una manifiesta y censurable desorganización de las actividades programadas.
En la versión de la semana pasada de este evento, el notorio descontrol municipal, principalmente, en lo referente a la organización, sacudió a los visitantes y a la feligresía en general. En consecuencia, el porcentaje de la consabida ineficiencia municipal, el evidente descontrol y la ausencia de autoridad, con seguridad, arrojarán guarismos superiores a los de 2023.
Los desaciertos afloraron más de una vez, no obstante, las recomendaciones públicas, hechas a las diferentes instancias municipales, con el propósito de que estas acostumbradas pifias, sean superadas.
Como contraparte, se observó un desplazamiento inusual de personal municipal, incluidos los contratados específicamente para esta ocasión, quienes impacientes se afanaron en “lotear” todo espacio público, demandado por los comerciantes y hasta por los vecinos, obviamente, resultaron ser víctimas de la angurrienta exacción económica, inclusive a aquellos que no requieren espacios fijos, para sus propósitos comerciales (ambulantes), fueron presa de estos funcionarios, cuyos aportes pecuniarios, dijeron, servirían para la limpieza de la ciudad. Sin embargo, varios días después, los desechos sólidos, aún desafiaban a la inercia e incompetencia municipal.
El desbordado consumo de alcohol, el caos del flujo vehicular, la arbitrariedad en el precio de expendio de alimentos, la venta de sitios en las graderías y otros, gozaron de la permisibilidad de las autoridades municipales, que sólo se limitaron a observar el descontrol y que, con seguridad, resignados, se “acullicaron”, por el fruto de su ineficiencia.
También, se suma a estos proble,as, la circulación virtual del Programa Oficial de la Festividad de Urkupiña, en el que se advirtió, no sólo errores ortográficos, sino en los nombres de las mismas conceptualizaciones de los hechos.
Sin embargo, lo que preocupa de manera superlativa fue la ausencia de los servicios sanitarios: la población en general, sintió nuevamente, y en “carne propia”, la carencia de este vital servicio.
Las iniciativas privadas intentaron paliar ésta situación. La avalancha por requerirlos sobrepasó la irrisoria oferta, y se tuvo que recurrir a cualquier sitio considerado como “apropiado”, para el “acopio” de los desperdicios, para la “habilitación” de urinarios improvisados, habilitados hasta en las recientes obras en el centro de paseo de la avenida Blanco Galindo, pese a que el alcalde Héctor Cartagena Chacón vociferó que ofrecería “otra cara a los visitantes”, y al parecer lo logró, con este contexto.
La autoridad está para generar y vigilar el control o desenvolvimiento de la sociedad, cuya labor podría asemejarse al pequeño aparato del sistema de la televisión, cuya pulsación o manipuleo, permite y con solvencia administrar el funcionamiento de ese sistema tecnológico, y a ello se debe su denominación.
El cotejar ese pequeño aparato con la administración municipal, no es incoherente. Si la máxima autoridad aprieta los botones correctos funcionará todo el andamiaje municipal, pero si éste no es pulsado con la experticia necesaria, la complejidad técnica y operativa del sistema, quedará “colgada”, esta neutralización también puede ser atribuida a la falta de energía, es decir que las baterías se agotaron por el tiempo, (que es lo más probable), y la otra opción, el control esté muy desgastado y maltratado. Para la recuperación de la normalidad, se recomienda generalmente recurrir a otro nuevo.
Al final, si no se cuenta con las condiciones mínimas para dominar al control y a la administración municipal (la ley), obviamente, es recomendable dejar, que lo hagan a otros, que sí conocen y entienden, estos sistemas operativos y administrativos públicos.
Esta evaluación de la festividad, ojalá que se la haga de manera urgente, a fin de que se podría proponer opciones para evitar que en el futuro este expedito descontrol sea regido o frenado razonablemente, y los quillacolleños se enorgullezcan cada vez másdel evento más importante del municipio y del departamento, porque la Festividad de Urkupiña, es considerada un fenómeno social, y calificada como la única manifestación religiosa boliviana, que se reproduce de manera casi simultánea, en infinidad de ciudades y países del mundo.