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La crisis del fútbol boliviano no es nueva, viene desde hace rato; se generó desde que el paso del tiempo “terminó” con el talento de una generación de jugadores que llevó a Bolivia al Mundial de Estados Unidos en 1994 y al subcampeonato de la Copa América en 1997.

Finalizada esa Copa del Mundo (1994), Guido Loayza decidió no ir a la reelección en la presidencia de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF). Cumplió un corto periodo de trabajo entre 1992 y 1994 (antes la gestión federativa era de sólo dos años, según los estatutos) y se retiró.

La clasificación al Mundial, sin embargo, no fue sólo producto de la labor dirigencial. Aquella vez emergió una camada de deportistas que ya había mostrado un buen nivel en las Eliminatorias de Italia 90. El trabajo de base y formación de la Academia Tahuichi Aguilera (Santa Cruz) y la Escuela Enrique Happ (Cochabamba) aportó lo suyo.

De Tahuichi salieron Marco Antonio Etcheverry, Erwin Sánchez, Juan Manuel Peña y otros; de Happ, Marco Sandy, Willliam Ramallo, Johnny Villarroel y otros, y a ellos se sumó el talento de Julio César Baldivieso y Ramiro Castillo (+) que rápido hallaron madurez en los clubes de la Liga. Y los naturalizados, como Carlos Trucco, Luis Cristaldo y Gustavo Quinteros, que adquirieron gran compromiso con el país.

Un detalle para no olvidar: todos con hambre de éxito, de sobresalir, destacar, de mostrar capacidad en el exterior, eso que hace fuerte el carácter. Y el complemento adecuado en la dirección técnica: Xabier Azkargorta, no sólo entrenador de fútbol, también médico y buen psicólogo, manejó bien la autoestima y fortaleció la mentalidad de la Verde.

Ese proceso tuvo vida en los 90, porque después de la Copa América de 1997 el nivel del fútbol boliviano empezó a decaer y la selección fue el mejor reflejo: penúltimo en las Eliminatorias del Mundial Francia 98, sólo por encima de Venezuela, que entonces era todavía la Cenicienta del fútbol de la región.

Ya han pasado más de tres décadas y Bolivia no ha vuelto a jugar una Copa del Mundo, y sus participaciones en Eliminatorias han ido de mal en peor.

GESTIONES SIN PLANES Después de Loayza, la FBF vio necesario ampliar el número de años en la gestión de cada presidente, de dos a cuatro. José Saavedra Banzer (1994-1998) sucedió a Loayza y desde entonces el fútbol nacional no siguió el rumbo indicado, el de la continuidad.

Después del Mundial 94, se valoró la imagen de Bolivia y Saavedra Banzer vendió los derechos de televisación de las Eliminatorias en 6,2 millones de dólares, aquella vez un dineral porque antes los únicos ingresos que tenía la FBF era sólo de las recaudaciones que dejaban los partidos.

Sin embargo, cuando el fútbol boliviano esperó que tal ingreso iba a fortalecer un plan de trabajo a mediano o largo plazo, no se dio aquello. Ese dinero se gastó en otros ítems y se descuidó el fútbol base y de formación.

En las gestiones de Sergio Asbún, Walter Castedo y Carlos Chávez, entre 1998 y 2015, el trabajo dirigencial no dio frutos deportivos y así como los ingresos de la TV subieron, también bajaron por el deterioro de la imagen de la selección en Eliminatorias.

Entre 2015 y 2018 hubo una crisis dirigencial en la federación. Gestiones cortas e interinatos que lastimaron más la tarea de la FBF. Pasaron por la presidencia Marco Ortega, Rolando López, Marco Antonio Peredo y Carlos Rivera hasta que César Salinas (2018) intentó estabilizar el trabajo en la administración del fútbol.

Salinas falleció a mediados de 2020 (por la pandemia del Covid) y Fernando Costa completó su gestión hasta 2022, quien luego fue reelecto para 2022-2026.

En la actualidad hay un torneo nacional de nivel bajo. No se ven nuevas figuras. Sólo la presencia de refuerzos extranjeros le da cierta solidez a los equipos que más invierten y participan en copas internacionales. Los otros pelean en mitad de tabla. En la parte dirigencial no hay una labor de base en los clubes, la administración económica raya por números rojos en la mayoría, y la federación no está lejos de ese grupo de trabajo precario.

Por: Gustavo Cortez