- Sociedad
- HEIDDY QUIROGA
“Un día, vi a un conductor cuando luchaba para subir por una de las calles. El motor de su auto se rindió ante la calle empinada y empezó a retroceder. Me dio miedo que se accidentara, así que corrí y le guié para que no haga una maniobra errónea. Por fortuna, no pasó nada grave, pero me di cuenta de que muchos automóviles se quedan atascados o, peor aún, retroceden peligrosamente. Otros aceleran en las curvas sin pensar en los posibles choques y en la época de lluvias es peor porque el suelo es resbaladizo y patinan las llantas”, recordó João Chipana. Fue entonces cuando decidió que esa sería su actividad diaria y le permitiría, legítimamente, ganar unas monedas para vivir.
Su historia
En una de las zonas más populares de la ciudad de La Paz, Vino Tinto, un adolescente de 15 años, João Chipana Mistoza, es la figura del significado de seguridad vial para los conductores que transitan por la empinada avenida Litoral. Cada día, Chipana se viste un chaleco con franjas fosforescentes y sale a las calles con la misión de ayudar a los conductores a ir con precaución por las complicadas pendientes que caracterizan a su barrio. A cambio, espera recibir algunas monedas para contribuir con los gastos familiares y acercarse a su sueño de completar la escuela y convertirse en veterinario.
Con un espíritu inquebrantable, no sólo dirige el tráfico; transforma vidas y demuestra que la solidaridad puede surgir en lugares inesperados.
“Vivo en una casa pequeña en la avenida Periférica con mi mamá y mis dos hermanas. Mi trabajo me hace feliz, porque todos los días regulo el tránsito. Ya me conocen los choferes, me dicen ‘Choquito, gracias por guiarnos’ o ‘Jefe, ten para tu almuerzo’. Las monedas que recibo de los conductores no son sólo un apoyo económico, es su cariño. A veces, me dan un poco más los choferes de minibuses, ellos saben lo que es trabajar para el día y eso me permite hacer mercado los fines de semana”, añadió con entusiasmo.
A pesar de su situación precaria, no se rinde en su anhelo de convertirse en veterinario, pues asiste a la escuela por las tardes, después de su media jornada laboral. Mientras observa el tráfico con una mirada que mezcla responsabilidad y optimismo, con la mano levantada, cada auto que pasa espera la señal del semáforo humano.