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A un año del caso del español Alfonso Pedrajas, el cura pederasta que escribió un diario del abuso sexual contra decenas de niños en Bolivia, aparece un manuscrito del sacerdote Luis María Roma Pedrosa, conocido como Lucho Roma, que abuso de cientos de niñas indígenas, siendo misionero en Charagua, Bolivia, entre 1994 y 2005.
El diario El País publicó ayer: El archivo del cura pederasta que la Iglesia enterró en Charagua, en el que describe cómo los investigadores eclesiásticos bolivianos se sorprendieron con fotos de decenas de niñas semidesnudas, encontradas en la habitación del jesuita Luis María Roma Pedrosa.
“Entre las páginas de los libros, en su agenda personal, en el interior de las carátulas de los discos, en los cajones del escritorio, en el disco duro de su ordenador”, detalló El País. Los investigadores habían llegado hasta la residencia de los jesuitas en Cochabamba, en marzo de 2019, tras denuncias contra Luis Roma, conocido como Lucho, para luego elaborar un informe.
Manuscritos
Según el medio español, Roma había escrito a mano, durante su estadía en Charagua, entre 1994 y 2005, los abusos a más de un centenar de niñas, la mayoría indígenas guaraníes.
Se habló de 75 folios que Roma guardaba en tres carpetas. Los investigadores lo bautizaron como “Los manuscritos de Charagua”.
Mientras los inspectores encargaron un informe pericial para el análisis de los escritos, una veintena de clérigos y laicos fueron entrevistados sobre este caso.
“Las pesquisas se alargaron seis meses y las pruebas eran tan numerosas que el acusado firmó ante notario una confesión: ‘Me dejé llevar, en algunas situaciones, por actos libidinosos, impropios de un religioso, con niñas de ocho a 11 años’”, publicó El País.
El medio español cuestionó cómo la Compañía de Jesús no informó a las autoridades de Bolivia de los hallazgos ni tomó las recomendaciones de los inspectores: indemnizar a las víctimas. Tuvieron que pasar cuatro años para que entreguen todos los documentos de sus pesquisas, pero fue tras el escándalo del “caso Pedrajas”.
Roma nació en Barcelona el 12 de septiembre de 1935. A sus 18 años ingresó a la compañía de Jesús y dos años después se marchó como misionero a Sudamérica para continuar en su formación como religioso. Falleció el 6 de agosto de 2019, a los 84 años.
víctimas. Los documentos de los inspectores señalan que los fines de semana, Roma viajaba a la comunidad de Trinidad y Pampa (Nor Yungas) donde agredió sexualmente a decenas de niñas. Pero la “obsesión”, como lo llama Roma a las agresiones sexuales, se volvió constante en 1994, cuando fue destinado como misionero a Charagua, Santa Cruz.
“Era el apóstol de los niños, llenaba su furgoneta de niñas”, dijo una fuente al diario español, respecto a cómo Lucho Roma se rodeaba de menores.
Una de las víctimas dio detalles de cómo el sacerdote procedía a los actos de agresión sexual y de que hay una lista con los nombres de todas las niñas que iban con Roma.
En los manuscritos aparece además el nombre del otro acusado de pederastia, Francesc, el hermano de Roma que vivía en Barcelona, también jesuita y apodado como Paco, que visitó Bolivia en 1998. Sigue vivo en una residencia de la orden en Cataluña En noviembre de 1998, Roma escribe en su diario que tiene problemas, aunque no describe qué sucede, pero sus preocupaciones giran en torno a las fotografías y videos acumulados en los últimos años, especialmente, en la región del Yungas. La publicación también hace mención de que logró volver a Trinidad y la Pampa, y semanas después vuelve a escribir arrepentido, consciente del daño que ha podido causar. “Algo he debido dejar de amargura a algunas familias por mi poca madurez y por lo que ha significado el encerrarme ahí con chiquitas”.
Su diario terminó en septiembre de 2000 en el que reconoce su condición de pederasta: “¿Qué puedo comentar de la obsesión? ¡Por Dios a ratos me asusto... me veo como ‘anormal’, como acosador de niñas, como violador en potencia!”.
Para 2005, Roma se trasladó a Sucre con todo el material pederasta con la idea de que nadie se entere de su secreto. Pero un jesuita que convivió con él descubrió el archivo de los horrores un día que consultó su correo y lo guardó en un USB, aunque pasaron 10 años para que denuncie los hechos de violencia
Además, hubo dos testigos de la existencia de las fotografías de Roma que denunciaron ante superiores y uno de ellos cuestionó la inacción de las autoridades clericales.
La publicación del medio español cuestionó a los jesuitas al no encontrar a las víctimas, atenderlas y buscar “fórmulas” de reparación del daño causado.
Redacción central