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  • LA PRENSA

Libertad, igualdad, fraternidad. El 14 de julio de 1789, una multitud de harapientos y hambrientos franceses tomó la fortaleza de La Bastilla, en París que, aunque en ese momento sólo tenía a siete reclusos en sus celdas, pero era la prisión símbolo del despótico (dictatorial) poder de los nobles.

Apenas seis semanas más tarde, la Asamblea Constituyente aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y de los Ciudadanos, un documento llamado a marcar la historia.

Poco más de tres décadas después, las colonias americanas de España declaraban su independencia, inspiradas en los ideales que impulsaron la Revolución Francesa.

La declaración aprobada por los constituyentes galos dio paso, centurias más tarde, a la comprensión de que todos los seres humanos tienen derechos inherentes a su condición, independientemente de su situación social, étnica o económica.

Habrían de transcurrir casi dos siglos y una importante evolución social y política de humanidad, para que, en diciembre de 1948, la Organización de las Naciones Unidas apruebe la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Aquello que comenzó contra una insurrección de desheredados se transformó en el movimiento social más importante de la historia humana en tres siglos. A partir de ese momento, nada volvió a ser igual. Las monarquías dejaron de tener el mismo carácter autocrático, hubo cierta preocupación de gobiernos y autoridades por distribuir en alguna medida los ingresos con cierta equidad y la sociedad comenzó a dividirse en clases y no en castas, aunque todavía quedan resabios de tiempos pasados y por corregir.

La caída de un bastión de épocas feudales y de nobles quienes creían ser herederos de cualidades divinas, cambió para siempre el devenir humano. Cuánta razón tiene aquel adagio japonés que dice que la más larga de las caminatas se inicia con un paso. Aquel 14 de julio de 1879, se dio el primer paso hacia el futuro, aunque aquellos pioneros no podían saberlo. Hoy, el mundo es algo mejor que aquel que conocieron los franceses del siglo XVIII. El mañana debe ser mejor aún…