Ingenuamente, iba a sugerirle a Evo que, al llegar a La Paz, reserve unos minutos para comprarse el Manual de vida de Epicteto. Está disponible en una librería del centro, en edición de bolsillo. Puede leerse de un tirón, echado en la vagoneta blanca desde la que Evo, de rato en rato, acompaña la marcha, según reportes creíbles de sus detractores.
Evo también podría ojear ese Manual cuando le toque reposar. Aunque, por las ansias de retorno al Estado que exhala, Evo no es muy proclive al dolce far niente. Si fuera menos adicto al activismo y más afín a meditar, Evo hallaría en el Manual de vida materia para estresarse menos por el poder, la gloria y el mando. A esos tres embusteros se los usa para reparar infelicidades crónicas, compensar afectos ausentes o curar inseguridades, pero nuestra importancia efímera ante los demás no ahuyenta a esos fantasmas.
¿Qué lugar ocuparé en Bolivia?, se pregunta Evo a cada minuto. Epicteto le contestaría: "el que puedas, guardando fidelidad y modestia. Pero si menosprecias esas cosas, ¿cuál será el auxilio que le darás con tu deslealtad e imprudencia?"