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Discípula de Ricardo Pérez Alcalá, Mónica Rina Mamani expresa a través de sus pinturas en acuarela, costumbres y personajes propios de La Paz, pero también se decanta por lo surrealista.

El maestro Alcalá describió a Rina Mamani como una artista a la que le interesan la técnica, el tiempo, las matemáticas y la botánica.

Su amigo cercano, Édgar Quispe, también acuarelista, dice que sus obras hablan de sus vivencias, pero también le gusta lo surrealista y lo refleja en los pájaros en vuelo que simbolizan libertad. Quispe calcula que ella tiene más de 1.000 pinturas. “Sigue pintando, en el encuentro de acuarelistas, en Santiago de Huata, pintó tres cuadros y un cuarto estaba en proceso”.

En vida, Pérez Alcalá opinó que las obras de la joven artista han sido distintas a las suyas, pues ella retrata temas que se relacionan con experiencias personales y con los ambientes propios de su crianza.

Quispe considera que no sólo es una gran acuarelista, sino una buena persona. “Agarró la impronta de Pérez Alcalá, él tenía un estilo, sus acuarelas son parecidas a las del maestro, sino tuvieran la forma de Rina, se confundiría con las del maestros Pérez Alcalá”, comentó Quispe.

Montañas, ciudades, calles y hasta marraquetas son algunas de las piezas artísticas que comparte en la galería de imágenes desde su cuenta de la red Facebook.

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Mónica Rina Mamani nació en El Alto, egresó de la Escuela Municipal de Artes, en 2008. Paralelamente, fue alumna de Diseño y Pintura en el taller del maestro Pérez Alcalá, entre 2005 y 2013; en ese tiempo ofreció exposiciones colectivas. Desde 2010 expone en forma individual en La Paz, Cochabamba, Sucre, Tarija, Potosí, Oruro y Santa Cruz de la Sierra.

Recibió más de 20 premios y reconocimientos a nivel nacional, entre ellos, el primer y segundo lugar en los concursos nacionales de acuarelistas celebrados en 2008 y 2009, en la ciudad de Cochabamba.

Rina Mamani pinta con óleo, acrílico o pastel, pero prefiere la acuarela. Sus obras, de colores cálidos, expresan diversas emociones, desde alegría, tristeza, pasión hasta dolor.

Los paisajes en acuarela logran recrear espacios místicos, como una mañana en la calle Rodríguez o la luz del Valle de las Ánimas, pero también personajes paceños como el pepino y si se trata de la gastronomia, las marraquetas.

Por: Aleja Cuevas