- Sociedad
- Susana Salinas
Desde hace cuatro meses los incendios en el país no dan tregua. Más de 4.000 bomberos forestales, entre expertos y voluntarios, luchan contra el fuego en la Chuiquitania y la Amazonia.
La tarea no es fácil, el “incendio bajo tierra” se convierte en permanente amenaza. Algunos niños también se autoconvocan en el intento de “salvar la naturaleza”, su casa.
“Evidentemente hay menores de edad que por cariño, interés y hasta por tener una experiencia se introducen en las filas”, dijo el coronel Edwin Sejas, del Comando Conjunto de Reacción Inmediata a Eventos Adversos.
No obstante, aclaró que “hay ocasiones en que no pueden ser detenidos, porque sienten la necesidad de salvar sus tierras y no solo ellos; sino también integrantes de la comunidad”. Se les orienta para que tengan cuidado y de esta forma se eviten accidentes.
La población infantil afectada en el Oriente, la Amazonia y el Chaco, también sufre las consecuencias de la contaminación, con problemas oculares, afecciones diarréicas y cuadros de ansiedad, entre otros, de acuerdo con reportes de oenegés que trabajan con comunidades indígenas.
Arde la tierra
Los incendios forestales, por lo general, tienen cuatro etapas. El borde: el perímetro de las llamas; la cabeza o frente; la parte con mayor volúmen, por donde avanza con rapidez e intensidad a diferencia de la cola; y los flancos o contornos laterales. A ellos se suma el “fuego rastrero” o bajo tierra.
Durante la sofocación de incendios, las plantas que tienen mayor envergadura se terminan de quemar en sus raíces y el fuego penetra bajo la tierra, explicó Sejas. Por ello, ante un incendio, la primera etapa es de control y seguimiento hasta la liquidación final.
“Controlamos hasta tres días las raíces que se están quemando bajo el suelo, porque suelen rebrotar las llamas en otras áreas”.
Una de las etapas más complejas de la sofocación del fuego es la que se da en las raíces, explicó Erick Fortón Rojas, investigador Centro de Documentación e Información de Bolivia.
“No deja llama y, a veces, ni siquiera humo, porque se quema por debajo. Las raíces combustionan con material orgánico de la parte superficial y el viento penetra por algunos resquicios y aviva las llamas para otro incendio”.
Para Fortón, con base en su experiencia como instructor de bomberos forestales del Programa Amazonia sin Fuego, “en este caso los escenarios para apagarlos se tornan más complejos”.
Contaminación
Fortón también recordó que entorno a los incendios forestales, a causa de la combustión de materia orgánica e incluso fósil (por los animales que perdieron la vida quemados), se generan gases contaminantes en el medio ambiente, entre ellos el monóxido de carbono y dióxido de nitrógeno. También partículas tóxicas, que llegar a ser de un grosor “30 veces más pequeñas que un cabello humano”. Al ser aspiradas llegan a contaminar los pulmones y causar males severos, a la larga.
La incineración de la masa de colchón de materia vegetal que avanza bajo tierra también, en algún momento, llega a los ojos de agua y reservorios. “Aunque la lluvia dispersa la contaminación, también expulsarnrestos contaminantes a las fuentes naturales de agua”.