Una lección de democracia, de educación, buenos modales y altura política han dado ayer los dos principales candidatos a la Presidencia de la República Oriental del Uruguay, el izquierdista Yamandú Orsi y el conservador Álvaro Delgado, cuando ambos se dirigieron a sus electores después de conocer el inapelable veredicto de las urnas.

Después de una gestión poco trascendente del derechista Luis Alberto Lacalle Pou, entre otras cosas porque sus antecesores, los izquierdistas José Mujica y Tabaré Vázquez dejaron la vara muy alta por sus buenas gestiones.

“Es una noche de alegría, de fiesta de la democracia, que hace 40 años de forma ininterrumpida sostiene la república y la libertad, y esta forma de convivencia que tanto debemos agradecer”, aseguró el ganador, Orsi, quien no alcanzó el 50 por ciento más uno de los votos, pero obtuvo una abismal diferencia sobre Delgado, quien envió un saludo “especial” a su contendor, cuando admitía su derrota.

“Empezamos otra etapa, diferente, con una lógica diferente. Las urnas hablaron y Uruguay se expresó en democracia y libertad”, agregó, pero afirmó públicamente que ganará el balotaje previsto para el domingo 24 de noviembre.

Las elecciones en Uruguay fueron una demostración de civismo, sin incidentes y sin guerra sucia. Fue un juego entre caballeros, muy distante de las acciones represivas emprendidas en tiempos de dictaduras presididas por Juan María Bordaberry, Aparicio Méndez o Gregorio Álvarez, para citar a algunos.

Uruguay es un país, cuyas cifras macroeconómicas muestran un alto nivel de vida de su población que no es muy numerosa y que ha sabido superar los tiempos de irracionalidad y persecución que tanto daño hicieron a Sudamérica en las décadas de 1960, 70 y 80.

Las fuerzas conservadoras y la socialdemocracia se reunirán para apoyar a Delgado en el balotaje. Habrá que comprobar si el Frente Amplio, con la figura de Mujica como símbolo, tiene el músculo político suficiente para imponerse a sus rivales en la segunda vuelta, aunque la diferencia en la primera fue superior a los 17 puntos porcentuales.

Cosa curiosa, Uruguay nunca pudo ser el estandarte de grandes cambios hasta la llegada de Mujica, un excombatiente de los guerrilleros tupamaros, preso y torturado por las dictaduras en su juventud.