Estaba yo tranquilamente preparando unas pipocas con la wifey para ver los resultados de las elecciones en los Estados Unidos, cuando me salió un recordatorio en el celular. Había quedado en tomarme un café con mi amigo el Gringo, justo para hablar del tema de coyuntura, pero en ese momento me dio una fiaca monumental, total que ya la había sacado a pasear a la perrhija, ya me había puesto pijama y estaba listo para entrar al sobre, por lo que lo llamé y le propuse posponer la libación de la amarga pero agradable sustancia para las 24 horas posteriores, de manera tal que el desenlace de la contienda electoral sea nuestro tema de conversación pertinente.
Ahora bien, debo aclarar que el Gringo es uno de los muchos en Bolivia que tienen ese apodo por lo rubio de su tez y no por el pasaporte norteamericano. Hay muchos y son cuates también, el Gringo Terán, que es un gran profe de la Católica y vocalista de la banda de metal Hate, o el Gringo Gonzáles, que es masista, pero buen tipo y amigo de la familia. También estaba el famoso Gringo Limón, notable y querido tarijeño que era más conocido que el saice. Incluso tengo un cuñado gringo, pero ese sí tiene pasaporte y todo.
Sobre las elecciones gringas, es curioso que cada cuatro años veamos cómo votan los vecinos del norte (nótese que hablo de los gringos, aunque suene a una banda de corridos) sin entender su famoso sistema electoral. Pasa como con el Super Bowl, el equivalente norteamericano de la final de la Champions, que nos llama la atención a unos cuántos cada vez que va a finalizar enero y corresponde actualizarnos con las reglas del famoso juego, que se llama “football” aunque pocas veces le dan a la pelota con el pie, y en el que los puntos a veces se cuentan de a seis, de a tres, de a dos o de a uno.
–Es fácil entender el fútbol americano –me decía el Gringo al otro día, ya tomándonos el cafecito en el Oliva Bistró de San Miguel –El objetivo es ir conquistando territorio que no es tuyo. No hay nada más americano que eso.
–Ok, tiene sentido. Comprenderás que yo solo veía el Super Bowl por los comerciales, y ahora que salen antes en Youtube, no me llama tanto.
–Es un juego altamente táctico. Un touchdown vale 6 puntos, más uno o dos puntos extra según quién anote. Se suma un punto extra con una patada desde la yarda 15, o dos puntos extra con una jugada desde la yarda 2.
–Oye, Oye, más lento, cerebrito. Está más fácil explicarles a los hinchas tóxicos del Real Madrid por qué el llorón de Vinicius perdió el Balón de Oro.
De ahí nos pusimos a analizar los resultados que dieron como ganador, nuevamente, a Donald Trump, que hizo sena quina: cámara, senadores y votos electorales.
–Es increíble que un tipo con cargos criminales pueda acceder a tanto poder.
–Misógino como nadie, sin ningún respeto por la ley, con las instituciones a sus anchas…
–Además, con un voto consigna: votan por él quienes tienen su mismo color de piel. Lo apoyan fuertemente desde el campo, y lo resisten en las ciudades.
–Gente que, además, son su carne de cañón cuando las papas queman.
–Populista al 100%, no con propuesta, sino con pura figura de caudillo…
En eso, un vecino de mesa en el café se dio la vuelta y nos increpó duramente.
–¡Perdón, pero ya estoy harto de escuchar hablar de ese tipo! ¿Cómo es posible que nos esté ahogando con su capricho de hacer bloqueos? ¿Por qué cree que se va a salir con la suya? ¡Tiene que pagar por sus delitos, mire cómo todo ha subido y nuestra industria y comercio está colapsando!
El Gringo y yo nos miramos sorprendidos, y miramos de vuelta a nuestro improvisado tercer interlocutor.
–Estábamos hablando de Donald Trump –le dijimos. El amigo nos miró sorprendido.
–Yo estaba hablando del Evo –nos respondió, con una cara de pasmo impresionante.
Los tres nos quedamos mirando un rato así, sorprendidos, impresionados, cayéndonos la teja de que caprichos misóginos, irracionales y delincuenciales no son patrimonio ni de izquierdas, ni de derechas, sino de quienes consideran que sus veleidades personales están por sobre la ley y las instituciones, razón por la cual, o las tienen a su servicio o prefieren pasar por encima de ellas, ya sea en el norte o aquí en el bendito sur.