Lo que ocurre en la carretera que vincula La Paz con Oruro es demasiado peligroso. Una chispa —para utilizar una metáfora— puede causar un desastre de proporciones inimaginables. Una gue-rra civil es el peligro que se cierne sobre Bolivia. Es necesario que sean superadas las diferencias a través del diálogo y no de las bravuconadas ni de las poses estudiadas.

Además, la represión nada solucionará en este caso. Sólo un gran acuerdo permitirá descompri-mir la situación.

No se exagera al asegurar que el Movimiento Al Socialismo es la organización política más grande en la historia del país, tanto que al dividirse mantiene una formidable fortaleza que ningún otro partido logró concentrar jamás y las decisiones de sus dirigentes afectan no sólo a su militancia sino a todos los sectores sociales y empresariales del país.

Se sabe que los seres humanos se organizan en partidos políticos con el objetivo de tomar el po-der. Cuando el MAS llegó al Gobierno impuso sus lineamientos con tal firmeza que, incluso, cam-biaron la lógica y el léxico de la política en Bolivia. A partir de 2006, Bolivia no volvió a ser la república que se forjó a partir de la Guerra del Chaco y su posterior punto culminante, la Revolución Nacional de 1952, pues entre 1825 y la década de 1930, Bolivia fue la continuidad de la Colonia, en la que la sociedad no se dividía en clases sino en castas.

Ahora, dos facciones del MAS están enfrentadas y todos los bolivianos somos testigos de esa pugna que puede arrastrarnos a todos hasta a una guerra civil de gravísimas consecuencias.

En este panorama, desde principios de este siglo, cuando la población cuestionó —y sepultó— al modelo neoliberal, las fuerzas conservadoras han sido incapaces de generar una propuesta de cara al futuro del país. Sólo ha podido lanzar consignas, muchas de ellas nostálgicas de los tiempos de la democracia pactada. No ha tenido la posibilidad de generar un liderazgo nacional, acaso sí algunos regionales con poca trascendencia y limitados a ciertos sectores.

Es necesario, pues, que los líderes del MAS depongan actitudes y comprendan el rol histórico y la responsabilidad a futuro que tienen con todos los bolivianos y, principalmente, las próximas generaciones.