“No imaginaba que era más fácil empezar una guerra que terminarla”… La cita está incluida en la monumental obra Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

La frase, puesta en la mente del coronel Aureliano Buendía, se adapta perfectamente a lo que ocurre actualmente en el país.

Dos bloques que forman parte del Movimiento Al Socialismo (MAS) nos han llevado al borde de un conflicto que puede tener consecuencias demenciales, entre las que se cuenta la posibilidad de que se desate una ola de violencia sin control ni medida, con víctimas inocentes.

Unos buscan que Evo Morales vuelva a ser candidato presidencial. Otros pretenden cerrarle el paso a que pueda postularse para volver a gobernar el país y los llamados al diálogo caen en saco roto. No se puede decir que uno de los bandos sea completamente inocente y el otro totalmente culpable.

Desde esta misma columna, se afirmó que es tan grande el MAS que ningún boliviano puede sentir indiferencia con respecto a este partido y sus vaivenes internos afectan a todo el país.

La oposición conservadora, expresada en los sectores neoliberales, empresariales y, aun, racistas, no ha sido capaz de generar desde 2005 a la fecha un programa que sea aceptado por la mayoría de los bolivianos. La privatización de las empresas públicas y la pobreza que generaron entre los más débiles y vulnerables, la libre contratación, el altísimo costo de los servicios de salud o la incapacidad de la justicia “meritocrática” para resolver las demandas de los litigantes, entre muchos otros puntos, dan lugar a que la ciudadanía no acepte esas propuestas. Todavía están frescos en la memoria las arbitrariedades cometidas por los capitalizadores de las empresas públicas y sus arbitrariedades.

Frente a ello, los errores —algunos muy graves— cometidos por el MAS o la corrupción evidente de sus principales dirigentes quedan como “pecados veniales”.

Es necesario un gesto de grandeza de ambos sectores y que busquen compatibilizar posiciones, acercarlas y pensar en Bolivia y los bolivianos. Es la responsabilidad histórica de sus principales líderes. Son necesarios gestos de desprendimiento de Luis Arce, Evo Morales y todos cuantos están involucrados en esta demencial lucha por el poder.