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  • LA PRENSA

Transcurrieron 55 años desde las primeras horas de la mañana del sábado 19 de julio de 1969, cuando 67 “alfabetizadores” abordaron un camión estacionado a media cuadra de la plaza Villarroel. Iban caracterizados como voluntarios de un programa gubernamental para enseñar a leer y escribir a campesinos adultos.

En realidad, se trataba de una columna de combatientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que dos años y algunos meses antes había sido fundado por el legendario Ernesto Che Guevara, ejecutado en la escuela de La Higuera en octubre de 1967. Los nuevos insurgentes eran dirigentes de la Confederación Universitaria Boliviana, trabajadores, campesinos y algunos chilenos, dos argentinos, un peruano, un brasileño y un hispano-estadounidense.

El objetivo del grupo era derrotar a los organismos de seguridad del Estado e instaurar el socialismo en el país; pero, sin una adecuada preparación militar y sin conocimiento real del terreno en el que habrían de moverse, los guerrilleros fueron fácilmente aislados por efectivos de las Fuerzas Armadas, quienes se habían curtido en acciones antisubversivas al enfrentar a la columna conducida por Guevara.

Los jóvenes fueron diezmados por enfermedades propias de la zona tropical, su propia incapacidad física para desplazarse a través de una jungla y disensos ideológicos. La orden de los comandantes militares fue que no debían quedar prisioneros, por lo que hubo fusilamientos sumarísimos en la zona de operaciones.

Los errores estratégicos, la falta de un adecuado entrenamiento militar, el aislamiento de los guerrilleros, la falta de apoyo de los campesinos y mineros de la región, el hambre y la carencia de medios de supervivencia los aniquilaron.

Algunos, pocos, sobrevivieron y fueron exiliados. Fue una demostración de la inviabilidad del foquismo, entendido como la teoría de que un reducido grupo puede crear condiciones subjetivas y objetivas para que estalle la revolución y destruya al sistema capitalista.

El ELN se mantuvo en actividad poco tiempo más y se diluyó. Aquel fue un sacrificio generoso de un grupo de jóvenes que creyó en la posibilidad de derrotar al sistema y una demostración de que sin base social, ningún grupo político puede apostar por el triunfo.