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- LA PRENSA
Cumplir los 200 días hábiles de clases a cualquier precio y, de cualquier manera. Ésa parece ser la consigna de las autoridades nacionales de Educación. A principios de cada gestión, se sabe que, al menos en las tierras altas del país, el invierno será extremadamente frío, por lo que es menester aplicar horarios diferenciados de ingreso y salida de clases en los turnos de la mañana y de la tarde.
No es necesario ser adivino para comprender que, como en esta gestión, los termómetros marcarán registros bajísimos y que, como consecuencia de ese fenómeno, será necesario adoptar medidas de emergencia.
Se dice que la planificación es, ni más ni menos, la combinación adecuada de los recursos. Es necesario prever opciones, a principios de año, para no improvisar decisiones que sólo tienen un efecto: la reducción de la calidad educativa.
Es probable que al final del año lectivo, los responsables del Ministerio de Educación y de los servicios departamentales del rubro puedan informar que niños y adolescentes pasaron clases durante 200 días, sin importar las condiciones en las que atendieron las explicaciones de sus maestros, si las infecciones respiratorias agudas permitieron la plena asistencia de los alumnos.
Es necesario que, al principio de cada gestión, se lleve adelante campañas de vacunación contra la influenza, el Covid y otras afecciones estacionales.
Es imprescindible que automáticamente se establezcan horarios para que directores de unidades educativas y maestros planifiquen con anticipación eventuales reducciones de los periodos de cada materia para optimizar las clases.
Es menester establecer con claridad los periodos vacacionales para evitar la sobresaturación de los centros de asistencia médica en ciudades y municipios rurales y contar con planes diferenciados ante eventualidades climatológicas.
Es evidente que hay situaciones impredecibles como convulsiones sociales o desastres naturales, pero cuando se prevea lo previsible, valga la redundancia, será posible avanzar.