El balance es de más de 2.200 millones de dólares, las pérdidas acumuladas en 24 días de bloqueos irracionales de caminos particularmente en el corazón de la estructura caminera del país, el departamento de Cochabamba. 

¿Quién paga los platos rotos? No lo hará ninguno de los responsables de esa atrocidad cometida en nombre de la defensa de unos principios que se pierden en las brumas de la nada. 

Bloquear carreteras contra la crisis económica equivale a tratar de apagar el fuego con combustible altamente inflamable. Protestar por la falta de dólares en la economía con un bloqueo es cerrar las puertas a las exportaciones y a la llegada de las tan valiosas y ambicionadas divisas.

Lamentar la pobreza de los bolivianos e impedir con interrupción de rutas que lleguen alimentos y productos de todo tipo a los principales centros urbanos es como atizar la fogata en la que se elevan aún los precios de todo. Es una medida aborrecible e irracional. Absurda por donde se la vea. 

Mientras muchos sectores exigían al Gobierno que limpie los caminos por la fuerza y use a las Fuerzas Armadas para desmovilizar, es inocultable que éstos pretendían también que caigan algunos muertos para iniciar juicios de responsabilidades o penales en contra de las principales autoridades del Estado y los comandantes de las fuerzas nacionales de seguridad.

Fue inteligente la actuación del Gobierno en materia de represión mientras arrinconaba a los desplazados en las vías camineras cerradas. Costó esfuerzo y varios uniformados heridos y muy maltratados. 

Queda claro que los bloqueadores no obtuvieron éxito con esta medida. Ni arrancaron conquistas al Órgano Ejecutivo ni lloraron a personas fallecidas. Sí deberán lamentar dentro de algunas semanas las condenas judiciales que necesariamente deberán aplicarse en contra de quienes incurrieron en delitos en los bloqueos. 

Algunas sentencias serán muy prolongadas, probablemente de más de 10 años de reclusión, por lo que los instigadores deberán enfrentar el juicio más fuerte de todos: el de sus bases. Entretanto, para volver a la pregunta formulada en el segundo párrafo. Todos los bolivianos tendremos que pagar los platos rotos de esta movilización. Es una pena y una vergüenza.