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  • LA PRENSA

La caja de Pandora es una de las leyendas más conocidas de la mitología griega. Cuenta la historia que era un recipiente que contenía todos los males del mundo y que al destaparse se liberaron para que ataquen en todo el mundo.

La mención viene a cuento por la inestabilidad interna de la Caja Nacional de Salud (CNS), la principal entidad aseguradora de corto plazo en el país, que se mantiene con los aportes de asalariados y jubilados.

Desde 2006 a la fecha han transcurrido 18 años, tiempo durante el que la CNS ha sido dirigida por 14 personas. Semejante indicador de inestabilidad debe llamar a la preocupación de propios y extraños.

Para nadie es un secreto que las consultas se programan con meses de anticipación, por mucho que las personas tengan dolencias que requieran un tratamiento oportuno para recuperar su salud.

Tiempo atrás circuló una versión en sentido de que desde las principales esferas gubernamentales se estudiaba seriamente la posibilidad de crear otro ente gestor de la seguridad social de corto plazo para reemplazar a la Caja.

Las acusaciones de corrupción, las deficiencias en la atención a los pacientes, los malos tratos que malhumorados e incapaces funcionarios brindan a quienes acuden a la Caja en busca de ayuda, una burocracia indolente pero muy bien pagada, paros recurrentes que suspenden y aplazan por más tiempo aun si cabe las consultas… Se configura un cuadro deprimente.

El 14 de diciembre de 1956, en los años fundacionales de la Revolución Nacional, se promulgó el primer Código de la Seguridad Social en Bolivia. Casi 68 años después, casi resulta irónico leer el primer artículo de aquella histórica disposición legal: “El Código de Seguridad Social es un conjunto de normas que tiende a proteger la salud del capital humano del país, la continuidad de sus medios de subsistencia, la aplicación de medidas adecuadas para la rehabilitación de las personas inutilizadas y la concesión de los medios necesarios para el mejoramiento de las condiciones de vida del grupo familiar”.

Se dice, y con razón, que el papel aguanta todo. Es necesario que las principales autoridades nacionales tomen cartas en el asunto y tomen decisiones drásticas.

Por: Francesco Zaratti