Una encuesta muestra un dato por demás preocupante. Los jóvenes se sienten insatisfechos con la democracia, a la que no asocian con la posibilidad de expresarse libremente en todos los órdenes de su vida, ya sea a través de la externalización de sus preferencias sexuales, su forma de vestir, de llevar el corte de cabello o de sostener públicamente sus ideas sin temor a ser reprimidos.
Desde 1982, con un discutible paréntesis entre 2019 y 2020, Bolivia ha vivido bajo un sistema democrático que ha permitido que se produzcan importantes mejoras en materia de lucha contra la discriminación, en los niveles de participación de los grupos sociales en la toma de decisiones relativas a los grandes temas del quehacer nacional y, finalmente, a comportarse como le parezca a cada quien sin tener que dar explicaciones por sus acciones.
Varias generaciones de bolivianos han nacido bajo este sistema democrático y no saben cómo era vivir bajo una dictadura militar que consideraba subversivo el uso del cabello largo o las minifaldas para adolescentes y jóvenes de sectores populares; se creía que eran delictivas lecturas de autores que pueden ser considerados clásicos en la actualidad, como Gabriel García Márquez, Mario Benedetti o Paulo Freire, sin considerar a los filósofos y pensadores como Marx, Engels y otros; ciertos directores cinematográficos estaban vetados y los uniformados de turno tenían el derecho de decidir qué es lo que se podía, leer, ver, analizar o pensar.
La situación económica de un país es producto de sus relaciones sociales. Cuando éstas favorecen claramente a un solo sector no mayoritario, esa sociedad es sojuzgada por una élite que solamente defiende sus intereses.
Es preciso reconocer que en momentos en los que, bajo la democracia pactada, había un grupo social dominante, el Estado fue capaz de generar mecanismos incluso revolucionarios como la Participación Popular o la iniciativa legislativa ciudadana.
Es necesario que se profundicen los mecanismos actuales de representación política, social y cultural para que los jóvenes se sientan verdaderamente protagonistas de la democracia y no alienten el retorno de manifestaciones de poder que tanto daño causaron al país.