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Continuando con la pregunta ¿por qué tanta violencia?, propongo una de las aristas desde las investigaciones que realizo: pensar en la violencia hacia las mujeres. En ese sentido, la genealogía, que es un método de investigación histórica (propuesto por Friedrich Nietzsche y retomado por Michel Foucault) que permite comprender los posibles comienzos de distintos hechos sociales.
La vida cotidiana que atravesamos y la información noticiosa que recibimos (por lo menos, los últimos quince años) es extremadamente dinámica debido a las redes sociales virtuales, cada día, a través de distintas plataformas o grupos de difusión, nos llegan las malas noticias de mujeres agredidas, desaparecidas, asesinadas, y se suele analizar como una condición de la actualidad; el análisis inmediato que se realiza, hace creer que la violencia hacia las mujeres es reciente y este pensamiento provoca un aire de añoranza hacia el pasado.
Sin embargo, las fuentes documentales (a las que el público en general puede acceder), como periódicos pasados o documentos judiciales en el Archivo Municipal José Macedonio Urquidi, dan pistas de los horrores y crueldades por las que las mujeres han atravesado a lo largo de la historia. Pero también la normativa desde el siglo XIX a la actualidad, se ha convertido en un regulador de comportamientos, en específico de las mujeres. Es así que, el Código Penal Santa Cruz, promulgado en 1831 diferencia a las mujeres por su conducta en la sociedad y justifica las violencias dependiendo sus comportamientos, si eran de buena o mala fama, o si se las consideraba mujeres públicas, dicho código estuvo vigente hasta 1973.
A partir de estas fuentes documentales, tanto expedientes judiciales, como los periódicos y la normativa, podemos conocer las genealogías de las violencias hacia las mujeres, pues la construcción social se reafirmaría bajo el control de la autoridad y la vigilancia del entorno.
La información sobre violencia doméstica, sexual, rapto, tortura, incesto, asesinato, entre algunas que se puede mencionar, son parte de la historia de las mujeres, y estos testimonios se tienen registrados, por las denuncias que ellas mismas y sus cercanas sentaban en instancias públicas, como la policía y los juzgados. La búsqueda de justicia se convertía en un motivo de lucha y el sostenimiento de los largos procesos burocráticos de los juzgados sería mantenido económica y emocionalmente por ellas.
Por lo mismo, es importante resaltar que las mujeres, siempre han desplegado sus agencias frente a una estructura patriarcal, para este caso en específico, el manejo de la normativa y las instituciones que tienen que aplicarla, además que estas quejas de los maltratos que sufrían por parte de sus esposos, amantes y exparejas sentimentales se convirtieron en la base de la lucha feminista. Por lo tanto, los derechos de las mujeres son una conquista histórica que se la debemos a todas las que nos antecedieron y que en ambientes hostiles (como los que seguimos viviendo ahora) lucharon por erradicar la violencia hacia ellas y sus seres queridos.
Es por ello que sostengo que es necesario vernos para atrás y cuestionarnos las “normalidades” de nuestras familias, la reproducción de los roles en nuestros hogares y en nuestros entornos cercanos, volver a pensar sobre las justificaciones a las violencias hacia las mujeres desde una moralidad establecida.
Finalmente, vuelvo a proponer que es necesario comprender estos actos de violencia desde una perspectiva genealógica, que a lo largo de los siglos las prácticas violentas contra los cuerpos de las mujeres y sus feminidades viven y se reafirman bajo continuidades históricas
Por: Dyann Sotez