La fecha pasó desapercibida en medio de los problemas que sufre el país como resultado de los bloqueos de caminos que, a estas alturas parecen ser consecuencia de un capricho más que a demandas sociales. El miércoles 4 de noviembre de 1964, hace 60 años, los generales René Barrientos Ortuño y Alfredo Ovando Candia iniciaron un ciclo de dictaduras militares que se prolongaría por espacio de 18 años.

No sólo ponían punto final al ciclo de la Revolución Nacional abierto 12 años y medio antes, el 9 de abril de 1952, sino que comenzaron una etapa caracterizada por una desmedida represión, matanzas de trabajadores y campesinos, como sucedió en 1965, 1967 y 1974 en los centros mineros y el Valle Alto de Cochabamba, marcada corrupción, prebendalismo y, en general, autoritarismo.

A Barrientos y Ovando se sumaron como dictadores Hugo Banzer, Juan Pereda Asbun, Luis García Meza y Celso Torrelio Villa.
Los generales Juan José Torres, David Padilla Arancibia y Guido Vildozo Calderón ejercieron durante este periodo la Presidencia de la entonces República, pero no reprimieron y se mostraron partidarios de instaurar definitivamente la democracia en el país.
Si bien es cierto que, en lo formal, Barrientos fue elegido presidente y sesionó una Asamblea Constituyente que redactó la Carta Magna que, con algunas modificaciones, se mantuvo en vigencia hasta 2009, fue un periodo pseudodemocrático, con participación restringida de la oposición y con legisladores que, como Marcelo Quiroga Santa Cruz, confinados cuando trataban de desarrollar su labor legislativa.

A la muerte de Barrientos, el entonces vicepresidente Luis Adolfo Siles Salinas asumió la conducción de la nave del Estado, pero fueron apenas cinco meses antes de ser derrocado por Ovando Candia.

Fue un ciclo muy complicado de la historia contemporánea de Bolivia y Sudamérica. Una etapa en la que los uniformados consideraban como enemigos a los sectores sociales que sólo buscaban, como lo hacen actualmente, mejores condiciones de vida para ellos y sus siguientes generaciones.

La conquista de la democracia fue complicada, ardua y sangrienta. El país la disfruta desde hace más de cuatro décadas, con alguna interrupción.