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- LA PRENSA
“La educación constituye una función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado, que tiene la obligación indeclinable de sostenerla, garantizarla y gestionarla”. Es el texto del primer acápite del artículo 77 de la Constitución Política del Estado.
La cita viene a cuento de que este jueves se celebra el Día del Maestro en el territorio nacional. Fue instituido mediante un decreto promulgado el 24 de mayo de 1924 por el entonces presidente Bautista Saavedra con la finalidad de rendir homenaje a Modesto Omiste Tinajeros, considerado el “Padre de la Educación Boliviana”, nacido el 6 de junio de 1840 en Potosí.
El texto constitucional vigente modifica en alguna medida la disposición de la Carta Magna de 1967, que estableció que la educación es la más alta función del Estado, aunque durante largos años, especialmente durante los regímenes militares, la defensa absorbió la mayor parte de los recursos estatales, aunque en el presente, se destina el 10,8 por ciento del Presupuesto General del Estado a la educación.
No es suficiente, aunque debe recordarse el concepto de economía, que es la ciencia de administrar recursos que nunca alcanzan para cubrir las necesidades de todos.
Es imprescindible que el Estado reúna a los mejores asesores posibles para definir el perfil que debe tener todo bachiller boliviano. Cuando un joven concluye los 14 años de los ciclos Inicial, Primario y Secundario adquiere los conocimientos elementales para enfrentar el futuro, se debe ajustar una serie de aspectos en el proceso pedagógico en sí. Básicamente, se debe encontrar mecanismos para contrarrestar aquellos mensajes transmitidos a los mismos educandos: “el o la mejor es el o la más vago o vaga”, “es mejor beber que estudiar”, “el o la mejor es el o la que lee menos”, “leer es una actividad reservada para débiles y tontos o tontas” y otros por el estilo que, mediante la presión social derivan en bajos índices de rendimiento estudiantil.
El resultado es que, a pesar de los nobles esfuerzos del profesorado, bachilleres, universitarios e, incluso, profesionales, tienen enormes deficiencias en su formación.
Por ello, el mejor homenaje a los sacrificados maestros en su día debe ser encontrar soluciones a tan graves deficiencias.
Por: Roger Cortez Hurtado