Se calcula que en Bolivia viven aproximadamente tres millones de camélidos sudamericanos, de los cuales más de dos millones son llamas, y el resto se divide entre alpacas domésticas, vicuñas y guanacos. Los dos últimos viven en estado salvaje, pero hay comunidades que tienen en la fibra de la vicuña una importante fuente de ingresos.
La carne de pollo es la más consumida en el país, con un promedio de 46 kilogramos anuales per cápita; la carne de res alcanza exactamente la mitad, 23 kilos, y la de cerdo llega a unos 12 kilos anuales. No existen datos actualizados sobre el consumo de carne de llama o alpaca en Bolivia.
Algunos informes de 2013 mencionan que este indicador fluctuaba entre cinco y diez kilos anuales, mientras que otros señalan que el nivel es de solamente un kilo por año. Lo cierto es que la carne de llama, y también de alpaca, es mucho más saludable que las carnes de pollo, res y cerdo, ya que aporta significativos beneficios a los consumidores, principalmente por su alto contenido de proteínas y hierro, además de su bajo aporte de grasas y colesterol.
¿Por qué no se consume más este producto? Esto se debe a una serie de prejuicios, y a que, al igual que otras carnes, es un gusto adquirido, ya que las personas deben aprender a disfrutar su sabor.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, este alimento se produce en siete departamentos del país. Oruro es el primero, seguido de Potosí, La Paz, Cochabamba, Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz. En 2023, la producción a nivel nacional alcanzó las 14.664 toneladas. Las únicas regiones sin presencia de estos animales son Beni y Pando.
Esta larga introducción viene a propósito de la realización del Primer Encuentro Regional sobre Camélidos Sudamericanos, que se lleva a cabo en La Paz como parte de las actividades organizadas con motivo del Año Internacional de los Camélidos 2024, un evento que permitió visibilizar que unas 80 mil familias se dedican a la crianza de estos animales tan beneficiosos.
Es necesaria, pues, una política estatal que incentive la crianza de llamas y alpacas, y que promueva tanto el consumo de su carne como el uso de su abrigo de fibra. Sería una inversión por parte del Estado, de ninguna manera un gasto, y redundaría en beneficios para los criadores y sus comunidades en siete departamentos del país.