La Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) se ha convertido en un circo. Desde que se marcó la división interna en el Movimiento Al Socialismo (MAS), oficialismo, semioficialismo y oposición se han enzarzado en una guerra sin cuartel, en la que se enfrentan todos contra todos.
Las formas han dejado de ser, por decir lo menos, educadas. En cualquier cuerpo legislativo del planeta suele haber problemas. En el país, los hubo también durante los años de la democracia pactada. Baste recordar la forma tan poco apropiada, por decir lo menos, en que fue echado del viejo Parlamento el entonces diputado Evo Morales, la comparecencia de un honorable representante nacional en estado de ebriedad o algunos incidentes que podían calificarse de asilados, pero desde que las minorías pasaron a ser muy pequeñas, sus representantes sólo pudieron apelar al bochinche y al escándalo para hacerse escuchar desde su minoridad.
Sin embargo, de allí, al lanzar tomates contra la testera o lanzar graves agresiones verbales en contra del adversario político o impedir que el Jefe del Estado presente su informe al país, hay una diferencia notable.
Lo sucedido en este periodo constitucional recordó lo ocurrido durante los años del Gobierno de la Unidad Democrática Popular (UDP), cuando todas las iniciativas del Poder Ejecutivo rebotaban contra el bloque parlamentario opositor compuesto por el Movimiento Nacionalista Revolucionario(MNR) y Acción Democrática Nacionalista (ADN) y sus aliados menores como el Partido Demócrata Cristiano (PDC) o Falange Socialista Boliviana (FSB), entre otras organizaciones políticas conservadoras.
En este periodo constitucional, la producción legislativa fue muy pobre, si es, cabe anteceder ese sustantivo como semejante adverbio.
Pero, también señalar que la lucha de los políticos se trasladó de las calles y de las organizaciones sociales al ámbito legislativo con un resultado francamente malo.
Los años de experiencia de vivir en democracia y el músculo político del Gobierno salvaron a duras penas a todos los bolivianos de un descalabro mayor.
Sin embargo, estos asambleístas deben pasar a la historia como los peores de la democracia boliviana.