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Hasta 1974, la Entrada Folklórica del Señor Jesús del Gran Poder era un evento circunscrito a la plaza Garita de Lima y sus calles circundantes. En la estratificación de aquellos tiempos, todavía condicionada por más de un siglo de discriminación, los sectores dominantes de la sociedad tipificaban a las manifestaciones folklóricas como “cosa de indios” y estaban proscritas por el stablishment.
Las expresiones culturales propias de los pueblos originarios de Bolivia subsistían casi en un ambiente de clandestinidad y si no eran reprimidas a través de la fuerza estatal, era porque se les aplicaba otros mecanismos de control social para mantenerlas aisladas e invisibilizadas.
Sin embargo, entre obreros, artesanos, gremialistas, comerciantes, choferes, cuentapropistas y otros grupos sociales se gestó una fuerte corriente de recuperación de sus valores, tradiciones y costumbres, de una cultura vigorosa.
Fue así que un decidido grupo se decidió a plantear al presidente de turno, Hugo Banzer Suárez, en su gestión dictatorial, que se permita el ingreso de las fraternidades hasta el centro paceño.
El Mandatario accedió y ante los ojos de una clase media incrédula, morenos, diablos, doctorcitos, wakawakas, tobas y afrobolivianos dieron una demostración de su arte y su orgullo al son de aires interpretados por aerófonos metálicos, bombos y, también, por instrumentos nativos.
Una lucha social y política que reivindicaba lo nacional y popular se libraba en medio de una confrontación política que pugnaba, aunque embrionariamente en aquel momento, por el retorno a la democracia como forma permanente de administración del aparato estatal.
Era 1974. Transcurrieron 50 años desde entonces y las expresiones culturales propias de Chuquiako Marka, el nombre aymara de La Paz, han cobrado carta de ciudadanía. Lo que las organizaciones políticas de izquierda no lograron, se alcanzó al mostrar la elegancia de las polleras y el melodioso sonido de charangos y pinquillos.
Chukiago Marka y La Paz ya no son dos entes sociales diferenciados, se han simbiotizado en una sola, fuerte y sólida, Hace 50 años, lo que se describe aquí parecía un milagro. La fe en el Tata del Gran Poder lo hizo posible.
Subsisten, sin embargo, algunos enclaves en los que impera la discriminación. Felizmente, son cada vez más reducidos y su influencia se ha reducido en forma notable.