- Sociedad
- Susana Salinas
“La necesidad nos obliga a ganarnos la vida así. Yo soy recicladora desde que mi esposo murió, señaló Manuela Choque (65), quien se dedica desde hace siete años a recolectar botellas, papel, cartón y otros elementos que la población deja en los contenedores de basura o en las puertas de sus casas.
De acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda de Bolivia 2024, en la ciudad de La Paz hay 755.732 habitantes, que generan cada día, en promedio, 650 toneladas de desechos, de las cuales hasta cuatro son rescatadas para el reciclaje y generan ingresos para mujeres y varones dedicadas a esta tarea.
Entre 10 y 15 toneladas de la totalidad que se genera, son enviadas a la plantas de clasificación de la Alcaldía para emprendimientos de diferente naturaleza.
Cuando doña Manuela comenzó a recolectar estos elementos, “no había mucha competencia, cualquiera podía reciclar”, afirmó.
Ella, al igual que Jacinta, de su misma edad. prefiere trabajar por las noches, porque no hay mucha gente en las calles y se selecciona mejor con la ayuda de una linterna. Sin embargo, esta tarea puede ser peligrosa.
“Hay gente bebedora que molesta y algunos ciudadanos con sus perros nos reclaman porque hurgamos la basura, pero es nuestra forma de llevar un pan a la casa”, dijo Mercedes (60), otra recicladora.
“Dos de mis compañeras fueron agredidas por borrachos y otras se pelearon con los representantes de las juntas de vecinos, porque se atajan”, explicó.
Para Manuela lo más dificil es buscar entre la basura lo que puede reciclar, porque no faltan vidrios o elementos punzantes que pueden causar lesiones. “Siempre tenemos cortaduras con vidrio”, comentó la mujer.
Su compañera, Juana, dijo que una pelea con bebedores consuetudinarios por un cartón le causó una fractura de brazo, que le dejó secuelas. “Cuando hace frío me duele”, dijo al señalar su antebrazo derecho.
Manuela dijo que todo lo “valioso” que puede encontrar es para vender, porque no se puede dar el lujo de quedarse con algo, ya que debe pagar alquiler, electricidad, agua y otras necesidades de su familia. En su caso, sus parientes la apoyan en sus tareas; pero en otros casos, el entorno siente vergüenza por el trabajo que realizan.
Manuela, cada día, invierte en barbijos y en ocasiones los guantes que no le duran mucho. Ella desea que algún día les doten de mascarillas especiales y guantes que no sean reciclables, para que le duren y la protejan de cualquier peligro. “Botas y uniformes también nos falta”, dijo otra recicladora.
Para Jacinta lo más dificil de su trabajo es recolectar lo útil de los contenedores. “Son muy altos los contenedores, yo soy bajita y si me caería, creo que ya no saldría de allí”, dijo mientras reía y se llevaba una de sus manos a la boca.
Dijo apenada que vé cómo otras ancianas recogen botellas de la basura. Aunque intentó a animarlas a formar parte de una asociación, “ellas no quieren saber nada, solo recogen y venden. Es triste lo que pasa con las viejitas, están sin familia creo y por eso trabajan así”.
El 5 de octubre se conmemorará el Día Municipal del Reciclaje y la Alcaldía instó a la población a clasificar los desechos. “Al residuo sólido ya no lo consideremos basura”, dijo Mario Martínez, director de Control Ambiental, que fomenta esta labor.