Que el contrabando es la actividad más perniciosa que puede haber para cualquier economía es una verdad que no admite discusión. Que el contrabando sea a la inversa en tiempos de escasez alcanza un grado de mucho mayor perjuicio.

El contrabando plantea un atentado contra la economía del país, porque evita el normal desarrollo de la industria nacional, particularmente cuando productos de menor calidad y, obviamente, precio más bajo ingresan ilegalmente a un país sin el pago de aranceles aduaneros. 

El Tesoro General del Estado deja de generar ingresos y quienes ganan son solamente los contrabandistas, quienes no son otra cosa que delincuentes comunes.

Cuando los productos destinados a abastecer el mercado interno salen de una economía, porque en otros países, por lo general vecinos, son más caros, se tropieza con el problema del desabastecimiento y el consecuente encarecimiento de éstos.

Es un círculo vicioso que beneficia solamente a quienes actúan de esta manera.

Por desgracia, en Bolivia, comunidades enteras de campesinos y pobladores de áreas rurales fronterizas se han involucrado en esta actividad ilegal, se han convertido en cómplices.

Sin embargo, las autoridades nacionales deben hacer un mea culpa y admitir que, a lo largo de décadas, por no decir desde la fundación de Bolivia, hace casi dos siglos, no se ocuparon de atender a habitantes de sitios tan lejanos de los principales centros urbanos y sus residentes se vieron en la necesidad de generar recursos a través de este mecanismo.

Esto explica porque los responsables de la represión al contrabando deben enfrentarse con pobladores de regiones fronterizas y por qué estos protegen a los delincuentes.

Unos actúan por necesidad y otros por el mero afán de lucro.

Sin embargo, debe prevalecer el bien mayor, que en este caso es el abastecimiento de los mercados internos y, por ello, se justifica la política gubernamental de reprimir al contrabando.

Hay zonas en las que los pobladores locales se verán muy afectados. El Estado deberá proponerles proyectos de desarrollo alternativo como en su momento hizo con los cocaleros, particularmente del trópico cochabambino, sobre la base de la potencialidad de estas regiones.