Finalmente presenciamos el fracaso del bloqueo de caminos como medida de presión social y para lograr objetivos políticos. Por primera vez, el bloqueo no tuvo su “ritual de sangre” como profetizó un estratega evista.
El costo fue alto. El deterioro económico tras 24 días de bloqueo en el corazón del país, Cochabamba, ya vio daños irreparables en la economía familiar, que vio la subida estratosférica de precios y, si no fuera por los puentes aéreos del gobierno y la búsqueda de rutas alternas de los transportistas, el desabastecimiento total de productos. Vamos a los datos (INE). La inflación del mes de octubre llegó a un pico de 1,64% producto de estos bloqueos.
En septiembre se había observado una desaceleración de la inflación y, según datos del gobierno, habría continuado esa tendencia de no ser por el bloqueo. Pero observemos lo que a todos nos importa y todos sentimos, la inflación de alimentos y bebidas no alcohólicas.
Ésta fue la más alta, llegando a 3,6% a nivel nacional solo en el mes del bloqueo, octubre, lo que implica un ataque directo al bolsillo y al estómago de los bolivianos por parte de los bloqueadores, falta sumar a este dato la inflación hasta el 6 de noviembre de 2024, fecha en la que finalmente se levanta el bloqueo.
Irónicamente, uno de sus reclamos es la subida de precios. Para entender cuánto significa la inflación de alimentos, ¡en octubre vimos subir los precios más que en todo el 2023 (3,3% anual)! Además, tenemos otros antecedentes del daño a los bolsillos de la gente con bloqueos.
Primero, el fallido paro de 36 días en Santa Cruz, impulsado por su gobernador, Luis Fernando Camacho. En aquella ocasión, la inflación de alimentos de octubre y noviembre 2022 saltó a 3,1%. En octubre y noviembre de 2019, durante la crisis política que terminó en la renuncia de Evo Morales y la toma del poder de Jeanine Áñez, la inflación de alimentos de ambos meses llegó a 4,2%.
Finalmente, tenemos en agosto de 2020 la huelga general indefinida con bloqueo de caminos exigiendo elecciones generales y convocada por la Central Obrera Boliviana y el Pacto de Unidad, tras dos postergaciones. Aquel mes, la inflación de alimentos fue de 1,8%.
En este punto, hay que hacer una comparación necesaria entre aquella medida y la evista en cuanto a convocatoria y legitimidad. Tan solo el primer día de paro se registraron 75 puntos de bloqueo en 6 departamentos y llegaron a ser 128 puntos de bloqueo a nivel nacional.
En su mejor momento, el bloqueo evista tuvo 22 puntos de bloqueo, casi todos únicamente en Cochabamba, bastión de los cocaleros afines a Morales, pese a las diarias amenazas de “masificarlas”.
¿Qué aprendemos de estas experiencias tras el análisis de datos? Primero, cualquier bloqueo afecta enormemente la economía de los bolivianos, en especial de las familias en situación de pobreza y personas más vulnerables, adultos mayores, niños.
Los alimentos esenciales en la mesa son los primeros que se encarecen, por ejemplo, el pollo, la carne de res, el arroz y otros productos de consumo masivo.
Segundo, ninguna medida de presión social será jamás exitosa, por más radical que sea, si no tiene consigo una causa legítima. Este no es el caso del bloqueo evista, que buscaba 1) la renuncia del presidente y expresidente, 2) la habilitación electoral y cierre de procesos referidos a Evo Morales, y/o 3) el adelanto de elecciones.
Ninguna se logró y, es más, se evidenció fractura al interior del evismo y cuestionamientos de legitimidad por falta de movilizados en los otros 8 departamentos en su ampliado del 10 de noviembre.
El deseo, con este artículo, es que nuestros políticos entiendan que el diálogo, la paz, el consenso y el bienestar de la población están por encima de todo, y dejen de envenenar a la gente con discursos de odio, intolerancia, rabia, ira y enojo.