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  • LA PRENSA

La noticia pasó desapercibida en Bolivia. Autoridades del Gobierno de la Región Puno, Perú, anunciaron que en el curso de los siguientes meses comenzará la construcción de un puerto internacional a orillas del lago Titicaca, infraestructura que tendrá capacidad para recibir embarcaciones con capacidad para trasladar hasta a 200 personas.

Los responsables de esa administración regional peruana tratan de sacar el máximo provecho a los atractivos que ofrece el lago sagrado de los incas para atraer turistas extranjeros —europeos, asiáticos y estadounidenses, principalmente— que dejan dólares contantes y sonantes en los países por los que recorren.

Los aliscafos que navegarán por el lago en su parte peruana llevarán a los visitantes hacia las islas de ese sector lacustre en menos tiempo y con confort. Los informes del vecino país dan cuenta de que, desde este puerto, será posible llegar a la isla Amantaní en una media hora.

La inversión prevista para construir esta obra supera los 25 millones de dólares.

Mientras ello ocurre a pocos kilómetros de la frontera internacional, las autoridades de los tres niveles gubernamentales de Bolivia llamadas a impulsar el turismo receptivo hacen poco o nada. Se sabe que los visitantes que llegan al territorio nacional son los “rebalses” de Perú.

Bolivia tiene rincones preciosos para ofrecer a extranjeros ávidos de pasar momentos especiales e inolvidables, pero la infraestructura es pésima, cuando no inexistente, salvo algunos destinos, como Uyuni, Coroico, Sorata, Copacabana —con las limitaciones de una deficiente estructura portuaria— el trópico de Cochabamba, las misiones jesuíticas del oriente, el Parque Madidi y... pare de contar.

Es imprescindible que se acometa de una buena vez una agresiva política de venta de la imagen del país en el exterior y que, en el plano interno, en alianzas público-privadas, se facilite las inversiones en materia hotelera y de servicios, mientras que el Estado debe hacerse responsable de abrir y mejorar la vinculación caminera y, en general, de comunicaciones.

La industria sin chimeneas genera divisas y tiene la virtud de distribuir sus ingresos, que no son bajos, entre todos los sectores de la sociedad, con el factor multiplicador que ello conlleva.