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“No hay de qué preocuparnos: la inversión extranjera seguirá llegando al país y registra niveles históricos en el Gobierno de la Cuarta Transformación porque México tiene una situación económica excepcional”, estas palabras las pronunciaba hace pocos días el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador mientras llevaba adelante una de sus habituales mañaneras (conferencias de prensa conversadas) y presentaba la carta que estaba por enviar al candidato estadounidense Donald Trump. Unos días antes, también anunciaba que “el rescate de Petróleos Mexicanos ayuda a la economía popular al reducir en términos reales el precio de las gasolinas y el diésel. Está muy bien Pemex, vamos muy bien. Nada más imaginen que antes, cuando llegamos, el 75 por ciento de la gasolina que consumíamos, la teníamos que comprar en el extranjero y ahora estamos produciendo ya el 75 por ciento de lo que consumimos. (…) Pemex ha sido rescatada como empresa pública, como empresa de todos los mexicanos; fue una hazaña lo que se logró”.
En la carta ahora ya enviada al expresidente/candidato Trump, López Obrador le confiere el trato de “amigo”, le expresa su solidaridad por el atentado sufrido y a continuación le aclara, con “sinceridad y respeto” algunas afirmaciones hechas por el exmandatario en la última Convención del Partido Republicano. Le recuerda todo lo compartido en materia de construcción automovilística, producción agrícola y monto de la participación de mexicanos en la economía americana. No profirió insultos ni adjetivos que descalifican. De cierre, le recapituló que el mismo Trump dijo un 8 de julio de 2020 que “los mexicoestadounidenses son grandes hombres y mujeres… grandes negociantes, grandes personas y seres honorables”.
AMLO deja un legado de enseñanzas en las formas políticas: no hace falta gritar ni proferir aullidos para decir lo que debe ser dicho.
De forma opuesta a lo que ocurre y vive México, el momento coyuntural boliviano ofrece palabrerío de éxito económico, sin respaldo de hechos reales y ruido perturbador desde la dirigencia y actores políticos que cargan sus ilusiones electorales en el colapso económico/político esperado.
Hay una realidad que se impone, el modelo de economía vigente, sin reconducción y nuevas variantes correctivas, ha envejecido aceleradamente en este final de ciclo y comienza a mostrarse dramáticamente ineficaz, se percibe dogmático y ortodoxo, imposibilitado de miradas en 360° y asociado a la lógica binaria de amigo/enemigo. Junto al drama económico también han envejecido las formas de hacer política de una clase dirigencial que ha degenerado al grado de normalizar la calumnia, la mentira, el decoro por la sociedad y las instituciones. Sus maneras de entender la acción política están en el impresentable hábito de endilgar a sus adversarios, cualesquiera sean estos, cuotas diarias de humillación pública, manchar dignidades, avergonzar ante la sociedad y exacerbar el odio y la intolerancia. Formas pertenecen también a una época avejentada.
Es conveniente hablar, desde el centro decisional, de que se tiene una estrategia y un plan para garantizar la estabilidad económica del país, lo que implica que la sociedad suponga que todo está pensado y las decisiones a tomar ya han sido meditadas, pero cuando se lista aquello que causa incertidumbre, lo que se obtiene por conclusión es que ese plan y la mencionada estrategia solo están en el conocimiento del círculo menor de gobierno.
El modelo económico ya envejecido se enfrenta a incertidumbres que no consigue clarificar. Incertidumbre para combatir la inflación de los bienes esenciales que ya está en los dos dígitos. Incertidumbre sobre las decisiones a asumir en lo que hace al régimen cambiario, la aparición del mercado paralelo del dólar y la definición sobre cuál es el tipo de cambio de equilibrio que requiere y soporta el país para la actividad industrial y exportadora. Incertidumbre por el crecimiento del déficit fiscal y las políticas de emisión monetaria. Incertidumbre respecto de las medidas a adoptar ante salarios con pérdida en su poder adquisitivo, provocada por la cotización en alza de la divisa norteamericana y el impacto en el consumo interno.
Incertidumbre sobre el futuro de los depósitos en dólares en el sistema financiero nacional. Incertidumbre si la recuperación económica podrá ser de tipo V o se mantendrá el ciclo de economía ralentizada y dilucidar también, por supuesto, cuáles son los montos económicos de ahorro que se obtendrán en la presente gestión por la sustitución de importaciones.
La claridad en estos cuantos aspectos medulares de la gestión económica permitirá a la sociedad boliviana, en caso de tener respuestas categóricas y fundamentadas, dimensionar sin artilugios el grosor real de nuestra crisis económica. Todo ello tiene también un requerimiento inmediato, detener el salvajismo político y retirar las formas deplorables que los especialistas de la calumnia y la realidad paralela han logrado instalar.
Los agravios y los epítetos no traen resultados de éxito. López Obrador, el hombre de 70 años que rechazó envejecer en la ortodoxia hoy expone satisfacciones irrefutables: su socialismo humanista y posible informa que el nivel de los activos de reservas mexicanas se encuentra arriba del máximo histórico alcanzado el 21 de junio, cuando llegaron a 220.045 millones de dólares.
Por: Jorge Richter Ramírez