Después de que por las redes sociales circulara un estremecedor video en el que se ve cómo Edwin Marco Calle Huanca, tal el nombre del criminal, asesina a una mujer indefensa con un puñal, han vuelto a surgir voces en sentido de que es necesario imponer la cadena perpetua o, peor aún, la pena de muerte para delitos de esta naturaleza.

Que Calle Huanca es un asesino de la peor calaña, no cabe la menor duda. Que no merece el menor tratamiento favorable de las autoridades judiciales, tampoco. Que debe ser condenado a 30 años de presidio sin derecho a indulto, mucho menos. Por ello, en su caso no deben ser aplicables los beneficios que contemplan las leyes de ejecución penal. Para él no debe haber el beneficio del extramuro o la posibilidad de que, al alegar buen comportamiento, pida salir en libertad condicional al cumplir determinado periodo de la pena que le impondrá la justicia. Debe cumplir los 30 años de prisión, ni un día menos. En su caso, no deben ser aplicables las sentencias constitucionales que favorecen a los reos.

Incluso en el caso de que se modifique toda la arquitectura penal no será posible aplicar una nueva legislación a este delincuente, porque eso es, un delincuente. No podrá recibir todo el peso de las nuevas leyes, pues cuando éstas se modifican no pueden ser aplicadas con carácter retroactivo, salvo si éstas favorecen al acusado.

Calle Huanca merece la peor de las sentencias, el desprecio de la sociedad en su conjunto. Deberá vivir durante las próximas tres décadas en una cárcel de alta seguridad. Tendrá todo el tiempo necesario para reflexionar sobre lo que hizo y, de ser posible, deberá aprender alguna habilidad para ganarse la vida en cuanto deje los muros de la cárcel que lo albergará, pero nunca se deberá olvidar la brutalidad con la que actuó.

Cuando sea nuevamente un hombre libre, deberá tener 54 años, será todavía un hombre en edad productiva y con fuerzas. Cuando salga de la cárcel habrá comprendido que desperdició su vida entre rejas porque creyó que tenía derecho a mandar sobre la vida de una joven que no lo había elegido como su compañero. Ésa será su peor condena, sentirse despreciado.