Humanos somos y las tentaciones es- tán en cada esquina y lo peor de to- do es que el arrepentimiento por lo general es tardío. Esta reflexión vie- ne a cuento de la autorización emitida por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para ex- traditar a Estados Unidos al exdirector nacional de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico, Maximiliano Dávila.
Este caso se suma al de otro exjefe policial, el exgeneral René Sanabria Oropeza, de intachable reputación hasta que en 2011 fue capturado en Panamá, cuando controlaba el envío de un cargamento de 144 kilogramos de cocaína hacia Estados Unidos, después de haber sido objeto de un minucioso seguimiento.
Condenado en Estados Unidos a 14 años de privación de libertad, cumplió nueve años en el país del norte y fue expulsado de ese país a Bolivia, donde la justicia lo sentenció a 10 años adicionales de privación de libertad. Maximiliano Dávila se enfrenta a la posibilidad de recibir una condena que va de 20 años de presidio a cadena perpetua.
¿Por qué dos oficiales de alta graduación de la Policía Boliviana se corrompieron de esa manera? La respuesta parece ser sencilla.
El dinero que llega a raudales como resultado del tráfico ilícito de drogas que es considerado el delito más rentable del mundo ya que, según estimaciones de entendidos en el tema, mueve anualmente nada menos que 320 mil millones de dólares a escala planetaria.
Sin embargo, cabe preguntarse si vale la pena arriesgar todo, prestigio personal y de los familiares, en última instancia, detrás de lo que al final se convierte en una quimera. Además, ¿se habrán puesto a pensar algunos de los narcotraficantes en la cantidad de vidas que destruyen con su innoble actividad? No sólo de los consumidores de drogas. El circuito del narcotráfico comienza con quienes cultivan amapolas y arbustos de coca, además de los productores de los precursores y alcanza su punto máximo en la elaboración misma de las sustancias prohibidas, su transporte y venta, tanto al por mayor como al detalle.