El saqueo del patrimonio cultural en Bolivia es desgraciadamente una constante. En forma periódica, los medios de comunicación dan cuenta de que piezas de incalculable valor histórico, aunque probablemente sí tengan un precio de mercado, han sido robadas, delitos que, por lo general, quedan en la más absoluta impunidad.
Así, preciosas piezas de arte colonial o precolombino quedan en manos de inescrupulosos coleccionistas privados o sencillamente son fundidas para rescatar y vender los metales preciosos con los que fueron labradas hace siglos.
No existe en el país una política de protección a las piezas que forman el patrimonio arqueológico o que data de tiempos de la Colonia.
Ni siquiera las principales autoridades del área cultural boliviana conocen con precisión cuántas piezas posee el Estado y dónde se encuentran éstas.
Es imprescindible contar con un catálogo que contenga todas estas obras de arte, porque eso son, y se establezcan mecanismos de custodia que podrían, inclusive, ser una fuente de ingresos para comunarios de poblaciones alejadas de los principales centros urbanos del país.
La desaparición de dos campanas del tempo de Unupata, una localidad cercana al circuito de las seis capillas coloniales ubicadas en proximidades de la carretera que une Patacamaya con Tambo Quemado, en la frontera con Chile, y que muy bien podría integrarse a esa red para explotar su faceta turística.
Da la impresión de que el Estado tiene otras prioridades, todas ellas atendibles y justificadas, pero es necesario que las autoridades vuelquen la mirada hacia este campo que tiene una potencialidad muy grande y que, llegado el caso, puede generar divisas en momentos en que éstas escasean en el país.
La catalogación de todos esos espacios permitirá destinará recursos para la protección, mantenimiento, restauración y salvaguarda de estos tesoros nacionales.
Es necesario que el Estado proteja todos estos objetos, este patrimonio histórico tangible, para que tenga un efecto multiplicador en el plano económico, que incida sobre nuestra autoestima y nos permita reconocernos como una colectividad poseedora de una riquísima historia.