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  • Carmen Challapa

26/1/2025.- Las píldoras (somniferos) para dormir y la oscuridad nocturna eran cómplices silenciosas de la mayoría de los abusos sexuales cometidos por jesuitas en el país. 

La mayoría de las víctimas eran menores de edad, provenientes de provincias y centros mineros, destacados por su intelecto, pero con un alto grado de vulnerabilidad. 

Uno de los principales actores en los hechos de pederastia fue el jesuita Alfonso Pedrajas (Pica), quien en reiteradas ocasiones confesó sus crímenes a sus colegas de orden, pero éstos solo le aconsejaban orar y pedir perdón a Dios, sin tomar medidas adicionales ni denunciar sus acciones.

Un correo electrónico enviado desde España por el sobrino del jesuita Alfonso Pedrajas (Pica) el 14 de agosto de 2022, reveló decenas de casos de pederastia cometidos por religiosos que llegaron a Bolivia, desde España. 

Muchos de ellos ya tenían antecedentes de agresiones sexuales a menores, pero en lugar de ser procesados y juzgados, fueron trasladados a otros países, como Bolivia, para eludir responsabilidades.

El libro “Pederastia y Educación: El lado oscuro de los jesuitas en el Colegio Particular Internado Juan XXIII de Cochabamba” reveló aspectos que, durante décadas, permanecieron ocultos y protegidos por una parte de la Iglesia.

Pica inició sus labores educativas en el Colegio Juan XXIII dictando clases de filosofía, religión y sociología, tenía 120 estudiantes internos cuyas edades oscilaban entre 12 a 19 años. Ese mismo año se ordenó como sacerdote jesuita junto al también español Francisco Pifarré Clapés (Pifa).

El instructor de tercera probación de Pica, José Arroyo, le recomendó en 1978: “Descolgar todo el problema del aspecto moral y no nombrarlo en confesiones”. Ante este acontecimiento, el jesuita
escribió en su diario “La Historia”: “Recuento de 17 años: fracaso, hipocresía, vergüenza, pequeñez, desorientación total. He hecho mucho daño”. 

“La paz no llegará por la confesión, sino por la aceptación del problema al saber que no es pecado para ti…”, escribió Picael 22 de marzo de 1989.

El 22 de febrero de 1995, escribió: “Todo es posible para el que cree y esta clase de demonios solo se expulsan con la oración”. 

El 5 de abril de 1997, reconoció su “problema” como algo afectivo más que sexual, y consideró que la confesión podría causarle daño psicológico.

Buscaba encontrar afecto y cariño de manera adecuada, una solución verdadera y destacó que la pedofilia y la homosexualidad no eran la respuesta.

LAS DECLARACIONES DE LAS VÍCTIMAS
“Me mató en vida y me marcó para siempre siendo niña”, dijo Matilde, nombre ficticio, quien fue víctima de agresión sexual, por parte del jesuita Francesc Peris (Chesco), docente del Colegio Juan XXIII. Ella provenía de un centro minero de Potosí y había sido seleccionada para asistir al internado por su destacado rendimiento académico.

En la década de los 80, fue víctima de agresión sexual en dos ocasiones. “Chesco entraba a las habitaciones por las noches, cuando todo estaba oscuro, para verificar que estuviéramos durmiendo y lo mismo hacía el padre Pica. 

Recuerdo que teníamos dos compañeras que siempre estaban enfermas, incluso teníamos que llevarles el desayuno, almuerzo y cena a la cama. No entendíamos lo que les pasaba hasta que a mí también me pasó”, dijo.

Matilde, contó que junto a varias compañeras descubrieron que “Chesco” les daba pastillas (somniferos) para dormir a sus víctimasy cometer los abusos sexuales.

“Una noche de agosto, sentí algo en mi estómago, como si me estrujaran. Desperté y, como mi cama estaba en una litera superior, me di la vuelta y vi a Chesco parado allí. Era él, nunca olvidaré esos ojos celestes... Mi camisón estaba subido y mi ropa interior bajada. Me enteré de que hacía eso con varias de mis compañeras”, relató.

“Fui víctima del jesuita Alfonso Pedrajas en Cocaraya en 1993, no fue en la comuna de Villa Granado”, comentó otra de las víctimas de Alfonso Pedrajas.

Walter, fue agredido sexualmente en 1993, en el internado del Colegio Juan XXIII. “Su modo de proceder (agresión sexual) era en las noches, iba a los cuartos y esperaba que todos estuviéramos dormidos, yo creo que escaneaba a todos, veía quien se quejaba y quién no. Conmigo solo pasó una vez”, recordó.

“Voy a ser como tu papá”, le dijo Pica, aprovechándose de que Walter no tenía padre y era vulnerable en ese aspecto, mucho más a esa edad. “Tenía 13 años y no podía expresar lo que me pasaba. Me dejó con traumas y lloraba bastante, pero nadie me entendía...”, contó en alguna oportunidad.

No solo fueron ellos las víctimas sino muchos que callaron los abusos.