Santa Cruz sugiere, como se lee en la prensa, establecer como una política de Estado la prohibición de los bloqueos, que últimamente, para no recurrir a estadística pasadas, han causado millonarias pérdidas a los empresarios, pequeños empresarios y comerciantes, y a la población en general, privándole  en su derecho a la libre transitabilidad y que, presumiblemente, quedaran impunes; injusticia que crispa a la población trabajadora y honesta en su vida diaria.

Los bloqueos, una malhadada alternativa  de origen  trotskista tiene el objetivo incuestionable de violar los derechos del prójimo trasuntado en la población; son ejecutados  por personas  que tienen  pocas inhibiciones  para expresar  sus tendencias sádicas hacia los demás, sean o no conscientes  de poseer tales tendencias.

¿Cuánto se pierde en divisas debido a  la no elección de nuestro país por los turistas  a consecuencia de los sádicos bloqueos? Son cifras millonarias, que contribuirían al desarrollo humano, entendido como el tamaño y crecimiento de la población y los modos de vida  que están acordes  con las posibilidades de producción del ecosistema, pues hoy en día el turismo es selectivo y preferentemente son visitados los  lugares con ecosistemas definidos y Bolivia, posee innumerables.

Además el turismo contribuye a crear infraestructura de sanidad y de educación, al facilitar al Estado disponibilidad de recursos para invertir. El turismo debe asumir la impronta de la seguridad y la prestación de los servicios óptimamente por los operadores y guías turísticos formados, tener vocación de servir y agradar  y culturizar a la población sobre los beneficios del turismo que repercuten en todos los hogares bolivianos, que no es poco. 

Los bloqueos, con intencionalidad y violencia, esclavizan  a la población trabajadora y ordenada en su conducta y, el grupo que los ejecuta se siente  “superhombre” que puede paralizar  a una ciudad, sin pensar  un segundo de tiempo en el daño económico que les inflige a las personas que extraen su sustento con regularidad cotidiana para sus familias y  en el deterioro de la imagen  de la ciudad donde viven frente a los extranjeros y turistas, también a los turistas nacionales que eligieron a la ciudad para sus vacaciones ante doscientas otras opciones.

Lo que exaspera es la pasividad y la molicie de la Policía  que, conociendo  la Constitución que prescribe  no impedir el libre tránsito  y poseyendo la facultad de la coacción, no desestructura definitivamente este escarnio para la población.

Las personas que bloquean  se alinean en el primitivismo y excluyen su inteligencia  para exponer  su eventual disconformidad en una mesa de  diálogo; agrava esta situación la indiferencia de la institución de gobierno que  debe solucionar el conflicto  debido a que engendra  miedo y mengua psicológicamente su capacidad para  enfrentar  el conflicto por resolver.

Enardece aún  más a los bloqueadores la táctica dilatoria del responsable del ministerio al delegar su propia responsabilidad  inherente al cargo y a su remuneración, a dependientes de segundo y tercer orden sin capacidad de decisión. Con seguridad no leyeron algunas páginas del Derecho Administrativo y  no asimilaron lo que significa servidor público.

Los argumentos y la fundamentación  de los planteamientos que originan presuntamente disconformidad  deben ser ponderados y expresados con firmeza en un  diálogo inmediato con las autoridades que deben decidir; empero, se elige la ruta dilatoria y, ¿Cuánto se ahorraría en disgustos, enfrentamientos, perjuicios y sufrimientos a la población si la autoridad, una vez conocido el conflicto, con un telefonazo, convocase a un  diálogo? Se recurre al bloqueo que viola los más elementales requerimientos de la decencia humana.

Entender esta batalla interior  que turba al bloqueador nos infiere hacia los síntomas sádicos impidiéndole ver  la esencia  de cualquier dificultad,  y  debe sentir  que él es la víctima, haciendo responsable a la demás población con el estribillo de “atenerse a las consecuencias”.

Finalmente  los tratos  sádicos  que inflige a los demás  le dan un sentimiento de fuerza  y orgullo  que refuerza su consistente sentimiento de impotencia. En nuestro bello país, las ciudades de La Paz, Santa  Cruz y Cochabamba son víctimas  de los constantes bloqueos, luego los demás departamentos con menor intensidad.