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Desde la asunción de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela en 1998, América Latina, ha experimentado varios giros políticos entre izquierda y derecha. Desde esa época, hasta mediados del 2024, se pueden apreciar nítidamente tres giros. El cuarto, además, en puertas.
Si tomamos en cuenta estos giros, en ciclos, tendríamos cuatro. El primer ciclo, con el giro a la izquierda, que se produce en el inicio del presente siglo, con duración aproximada hasta el 2015. Fue el periodo, podríamos decir, del nacimiento y auge del “socialismo del siglo XXI”. El proceso comienza con Chávez, en Venezuela (1.998); Lula da Silva, en Brasil (2003); Kirchner, en Argentina (2003); Evo Morales, en Bolivia (2006); Michelle Bachelet, en Chile (2006); Correa, en Ecuador (2007) y Ortega, en Nicaragua (2007). En el auge, estos gobiernos tuvieron, gracias al super ciclo de la economía mundial, descomunales ingresos. Fue la época de gloria. Fundaron, incluso, la Organización de Naciones Suramericanas (Unasur) con la sede de su parlamento en Cochabamba, hoy completamente abandonada.
Este ciclo, ya en el año 2014, comienza a mostrar signos de agotamiento. El 2021, más de la mitad de los gobiernos en América Latina, como resultado de las urnas, cambia de rumbo a la derecha; dando inicio a un nuevo ciclo -por cierto, muy corto-. No discutiremos acá, las razones o factores que inciden en estos cambios. La columna, no alcanza para tanto.
Ahora bien, decimos corto, pues, la derecha, muy pronto, cede grandes espacios, dando inicio a una segunda ola de la izquierda. Este proceso, se inicia con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, en México, a fines del 2018. En Argentina, el peronismo retorna al poder con Alberto Fernández, a fines del 2019. En Bolivia, después de un breve interregno, en noviembre del 2020, retorna al gobierno el Movimiento al Socialismo (MAS). En Perú, en julio del 2021, gana las elecciones Pedro Castillo. En Chile, asimismo, se produce un ascenso de la izquierda con Gabriel Borick, quien gana las elecciones a fines del 2021. Colombia también acompaña este giro con la llegada al poder de Gustavo Petro, el 2022. Luego, el 1 de enero del 2023, Ignacio da Silva Lula, asume, por tercera vez, la presidencia en Brasil. Vean la fuerza de esa segunda ola.
Sin embargo, en poco tiempo también, ya se puede vislumbrar un nuevo giro a la derecha. El que inicia este proceso es el ultra neoliberal Javier Milei. Los próximos escenarios electorales en Perú, Chile y Colombia, pueden consolidar ese cambio de ciclo.
Como se adelantó, líneas arriba, no nos ocuparemos de explicar los comportamientos electorales en estos países donde producen estos cambios de ciclos. Asumiremos, provisionalmente, que estos cambios y giros se dan por las dinámicas de la política y la democracia. Hay algo común, sin embargo, en estos países, donde hay una alternancia del poder. Son democracias fuertes. Es el caso de Chile, Argentina, Uruguay, Colombia y Brasil. En esos países, la izquierda democrática, compite, gana, pierde y acepta el resultado de las urnas.
Sin embargo, hay tres países en Latina América que no acompañan esta dinámica. Se trata de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, donde se observa la presencia, más bien, de una izquierda autoritaria, con denominadores comunes, aunque, con distintos matices. A esta izquierda autocrática le interesa solo “el poder por el poder”. Si bien llegaron y se afianzaron en las urnas, muy pronto coparon todos los órganos de poder. El fin último es perpetuarse, de cualquier forma y a cualquier costo. En su horizonte, más allá del discurso, no está la idea de mejorar las condiciones materiales de vida. Al ser autocrática, el pluralismo ideológico y la democracia, son sus enemigos.
Demagógicamente, usan la bandera de la izquierda para engañar. Es una izquierda mentirosa, corrupta, déspota, oligarca, insensible, soberbia y abusiva. Es una izquierda despilfarradora de los excedentes, que manipula las reglas de juego para reproducirse en el poder. Aspiran el despotismo monárquico. El legado de Chávez, Maduro, Ortega y Morales, en la democracia, es funesto. La historia ya los está comenzando a juzgar.
Ahora, en el caso de Venezuela y Nicaragua, hablamos de una izquierda sanguinaria. Esta izquierda, en la idea de mantener impune todos los delitos e iniquidades perpetrados, no soltará el poder.
Si bien Bolivia esta todavía, en ese estilo de izquierda sanguinaria y estalinista, distante, parece que nos conducen a ese camino. En ese sentido, se hace imperativo, apelar a la conciencia ciudadana, más allá de la clase política, asumir la responsabilidad de cuidar estos bienes que hoy son un tesoro: la libertad y la democracia.
Por: Rolando Tellería