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  • ÁNGELA CARRASCO

28/10/2025.- La oscuridad cae temprano sobre La Paz. En el subsuelo de las Torres Mall, las luces se apagan y una voz ronca susurra: “Bienvenido a tu fobia”. El visitante da un paso y la puerta se cierra detrás de él. Mientras que, en El Alto, el grito de una adolescente corta el aire en la Ceja de El Alto. Afuera, el viento golpea los carteles de neón; adentro, una figura encapuchada aparece entre las luces rojas del “Túnel del horror”. Es la señal de que la temporada de casas del terror ha comenzado. La Paz y El Alto se sumergen otra vez en la fiebre de Halloween, con una decena de espacios que mezclan susto, leyendas y humor macabro.

Los precios de las experiencias varían según la propuesta y la intensidad del sentimiento. Los precios de las entradas oscilan entre 20 y 45 bolivianos, con opciones familiares y recorridos exclusivos para mayores de 14 años. La mayoría de los espacios funciona desde las 16:00 hasta las 22:00. Todos extenderán sus horarios el fin de semana. Las Torres Mall, de la avenida Arce, ofrece una experiencia inmersiva llamada Fobia, un inframundo donde los visitantes recorren pasillos en penumbra entre gritos y efectos sonoros. La entrada cuesta 40 bolivianos. “Buscamos una experiencia sensorial, algo más psicológico que sangriento”, afirmó una de las productoras.

“El miedo también puede ser elegante”, dijo con una sonrisa de orgullo.

En Sopocachi, El Averno abre sus puertas en la calle Vicentti esquina Méndez Arcos. El espacio, ambientado con altares, espejos y humo de incienso, recuerda a un ritual antiguo.

“La idea nació de las leyendas andinas”, indicó una actriz del elenco. “Queremos que el público sienta que el infierno también puede tener rostro paceño”. Cada entrada cuesta 35 bolivianos.
Otra propuesta en el centro paceño está en el antiguo Hotel Plaza donde ya es costumbre ver a los payasos sangrientos recorrer las calles para invitar  a la población a la experiencia en la Casa del Terror.

ZONA SUR

En la zona Sur, en la avenida 28 de Cota Cota esquina calle Andrés Bello, la Fábrica del Terror propone un recorrido clásico: habitaciones estrechas, muñecas que cobran vida y actores que saltan sin aviso. El ingreso cuesta 30 bolivianos. 

El Mega Center prepara otra apuesta, un Manicomio instalado en el subsuelo del complejo. Camisas de fuerza, pacientes que murmuran y médicos sin rostro componen una experiencia que promete “una dosis de locura controlada” expresan a través de sus redes sociales. La meta es simple: “Que la gente salga riendo, después de haber gritado de terror”.

La mayor producción de la temporada se levanta en el Parque de las Culturas y de la Madre Tierra, junto al teleférico Rojo.

Allí se desarrolla el Kukuli Fest, un festival donde las leyendas bolivianas cobran vida entre luces, teatro y sustos. Con una entrada que vale 20 bolivianos, el público recorre siete estaciones: los Kukulis, las Wallunkas, el Cementerio de la Llamita, las Sirenas del lago Titicaca y los Chullpares.
“Queremos que el miedo también cuente quiénes somos”, afirman los organizadores, del evento. Además del recorrido principal, el festival ofrece tres casas del terror: Viaje sin retorno, Ajayus y Jugando con Kukulis, además de un Museo de las Ñatitas, el Museo de objetos malditos y la atracción tecnológica Robotrón–Habitaciones malditas, donde los visitantes ingresan a un metaverso oscuro. El Kukuli Fest se extenderá hasta el 3 de noviembre, con funciones 11:00 a 21:00.

El Alto también grita

En la ciudad vecina, el aire se llena de eco metálico y olor a humo artificial. El Multicine El Alto abre su Túnel del horror, un recorrido por pasillos cubiertos por cortinas negras y luces intermitentes. “El público alteño es valiente, pero igualmente se asusta”, indicó un responsable.

Cinebol presenta su propio Festival del Terror, con funciones de cine y una casa del miedo de dos niveles. “Tomamos inspiración en El conjuro y La monja, con esencia local”, comentaron en sus redes sociales.

En la Terminal Metropolitana, un espacio de 300 metros cuadrados recrea una estación abandonada donde los pasajeros nunca llegan a destino. “Cada sala cuenta una historia trágica, como si el viaje no terminara”, la propuesta es una invitación a las ofertas que pueden realizarse en el lugar.

Está cerca del reloj de La Ceja, el segundo piso del edificio.