En las clases universitarias de Ciencia Política, frecuentemente surgía la interrogante sobre la definición de idea y, ésta, se manifestaba como idea es ver. Es una concepción correcta, empero, periférica, porque la idea desvela dos aspectos muy importantes: uno, la interrogante de ¿Cómo podemos conocer por medio del lenguaje? El lenguaje nos explica la realidad sin eufemismos porque la mente comparte significados universales; por ello, es que puede aprender otros idiomas.

Sin un conocimiento de la definición perfecta de idea, cualquier acto de comunicación, por las mínimo que sea, resultaría imposible; ejemplificando: si se escribe o se dice la frase “Las virtudes se adquieren, no se heredan” se puede esperar que alguien entienda y responda, con independencia que esté de acuerdo o no con esa apreciación de las virtudes; además, existe una idea de virtud común y compartida en las mentes que entienden la frase y la consideran significativa.

El otro aspecto es que las ideas son el prototipo de la palabra y desbordan el ámbito de la misma, mostrando que existe una realidad que es la razón o el logos, que va más allá de los signos del lenguaje y hace inteligibles los conceptos y, mejor, hace posible el conocimiento. Una idea como se dedujo en clase está unida a una definición perfecta, es decir, retiene los elementos permanentes y eternos de las cosas; finalmente los políticos en Bolivia y en el mundo (los malos), entienden que es la capacidad del lenguaje para manipular a la población.

Quien manipula, no reconoce con humildad su ignorancia limitando así su conocimiento de una política sana, de gestión altamente responsable y solo al servicio del pueblo como lo expresó Aristóteles. Cuando el pseudo político sabe que no sabe nada de política, no deja de ser una paradoja educativa y es el primer paso en el aprendizaje de la política, que es admitir la duda y estar perceptivo o abierto a las ideas que le llegan de los demás, preferentemente de la población, donde reside la voz de Dios.

Por lo expuesto, la vida de un político sin un examen continuo de su conducta no merece ser vivida, pues debe aprender, para gobernar con justicia y solidaridad y, en estos tiempos sobrepuja con fuerza la honestidad, a vincular lo que es perecedero y cambiante como las leyes humanas, con lo que es eterno y verdadero, porque las buenas ideas son perfectas para gobernar y, éstas, son inmutables, ni nacen ni mueren ni cambian.

Entonces, se concluye que las ideas son las que hacen posibles los actos humanos que de ellas se derivan, asignando prevalencia a la razón intuitiva que es la razón pura y a la discursiva que son las nociones exactas (matemáticas) de su dominio. Éstas son derivaciones de la razón y conforman la ciencia, y la opinión la conforman la creencia y la conjetura que es el nivel más bajo del conocimiento.

Por: Raúl Pino - Ichazo - Terrazas