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El 7 de octubre de 2023, el mundo quedó atónito ante el brutal ataque terrorista de la organización política y militar palestina Hamás, sobre territorio israelí. Después, hasta se entendieron las primeras reacciones militares de Israel sobre la Franja de Gaza; sin embargo, la posterior desproporción de la represalia preocupó al mundo, luego alarmó a las organizaciones internacionales llamadas a velar por la paz mundial, que emitieron sendas resoluciones y fallos, pero nada funcionó. Hoy, Estados y organizaciones solo miran inertes el genocidio que se cierne sobre los gazatíes.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es apenas una caricatura de lo que fue en su creación. La resolución 2728 del consejo, adoptada el 25 de marzo de 2024, que exigía un alto al fuego inmediato en la Franja de Gaza solo recibió un palmo de narices como respuesta.
La Corte Internacional de Justicia (CIJ), el máximo órgano judicial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se pronunció dos veces sobre la situación palestina. En enero, el tribunal pidió a Israel que impidiera cualquier posible acto de genocidio en Gaza, pero Israel ni respondió. En mayo de este año, la CIJ ordenó a Israel, también sin éxito, que detuviera su ofensiva militar en Rafah, al sur de la franja donde el ejército israelí ubicó por la fuerza a la mayor parte del pueblo palestino refugiado.
El mundo está paralizado ante lo que ocurre en Gaza donde cada día se vive una tragedia humanitaria y se reciben noticias de bombardeos en los que mueren civiles, ancianos, mujeres, niños y solo muy contados combatientes de Hamás. Es un genocidio inaceptable y las organizaciones internacionales han perdido toda su autoridad.
Hamás también abusa de su propio pueblo, usando a civiles y enfermos como escudos humanos. Los relatos de lo que allí ocurre son dramáticos. Cuerpos de niños con sus extremidades amputadas, precarios e improvisados hospitales con gente gimiendo de dolor, médicos y paramédicos intentando rescatar sobrevivientes en ambientes destruidos. Pero nada ya conmueve a la comunidad internacional. Tanto la gente común, como los burócratas internacionales, parecen haber perdido toda sensibilidad.
Hace un par de semanas, un ataque que tenía como supuesto objetivo matar a un jefe militar de Hamás destruyó un campamento de refugiados en Al-Mawasi, que había sido designado por el mismo ejército israelí como una zona segura. El bombardeo, según autoridades de Gaza y observadores humanitarios, mató a unas 90 personas e hirió a más de 300.
Un alto funcionario de la Unrwa, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, describió los hechos en el hospital Nasser como “las escenas más horribles que he visto en mis nueve meses en Gaza”.
En los 10 meses de terror, los muertos suman alrededor de cuarenta mil y los heridos más de cien mil. Un informe reciente titulado “Anatomía de un genocidio”, publicado en marzo de 2024 por Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, concluye que existen “motivos razonables” para creer que Israel ha alcanzado el umbral de genocidio. Este informe expone la incapacidad de la comunidad internacional para abordar adecuadamente el conflicto.
También antes de la actual tragedia humanitaria, los organismos internacionales, como la ONU con la CIJ y el Consejo de Seguridad y la Corte Penal Internacional (CPI), se han develado como ineficaces en la implementación de resoluciones, fallos y la protección de derechos humanos; su eficiencia está en descrédito.
La situación actual y las conclusiones del informe de Albanese son una llamada de atención a toda la comunidad internacional. Es imperativo repensar y reorganizar los organismos mundiales para que actúen de manera justa y efectiva en la resolución de conflictos, sean cortos o prolongados. Urge un cambio estructural y significativo de las organizaciones internacionales. Solo un apego al derecho internacional podrá evitar la perpetuación de la injusticia y el sufrimiento en esa región y en el mundo.
Por: Javier Viscarra Valdivia