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Para nadie pasa inadvertido que la justicia boliviana atraviesa por una profunda crisis que, por sus características, ha dejado de ser coyuntural para convertirse en estructural y no data de los anteriores periodos de gestión estatal o gubernamental, sino que es un tema recurrente desde que se tenga memoria.
Cuando se redactaba la nueva Constitución, alguien creyó que a través de la elección de autoridades judiciales por voto popular se enmendarían las deficiencias crónicas del tercer poder.
Hasta ese momento, bajo el rótulo de “meritocracia”, el Parlamento Nacional designada a ministros de la entonces denominada Corte Suprema de Justicia, consejeros —valga la redundancia— del Consejo de la Judicatura, y a los vocales del Tribunal Constitucional.
Era, en realidad, un juego de cuotas entre los partidos con representación en el Congreso, que así llamaba al primer poder estatal hasta febrero de 2009. Los frentes buscaban en sus filas o negociaban con juristas reconocidos y los proponían para su designación. Se hacían acuerdos entre oficialismo y oposición que, en última instancia, eran las dos caras de una misma moneda y por dos tercios de votos o más, se cubría los cargos judiciales.
Cuando el MAS llegó al poder, el proceso de selección de candidatos desplazó a los acuerdos entre organizaciones políticas. Con su aplastante mayoría, el nuevo oficialismo tuvo la posibilidad de designar a los abogados que le interesaba para copar el Órgano Judicial.
Los representantes de la oposición conservadora echaron el grito al cielo. Afirmaron que la Justicia había quedado secuestrada por el MAS. De hecho, la Justicia pasó de una mano a otra, pero lo que indignó a los antimasistas fue que los nuevos dueños de la mayoría legislativa hicieron lo mismo que ellos años antes, aunque tal vez en forma torpe.
En cierta forma fue igual a lo que hizo el Congreso cuando dictó el desafuero parlamentario de Evo Morales una década antes de los primeros comicios judiciales. Sin embargo, todo cambio para que todo siga igual. Las nuevas autoridades fueron incapaces de rectificar el rumbo de la justicia y, como resultado de ello, las sucesivas elecciones para renovar la composición de este órgano tuvieron una bajísima participación ciudadana y en ellas se impusieron los votos blancos y nulos.
Es necesario que, con base en un gran diálogo nacional, los bolivianos encontremos la manera de corregir la situación de la justicia…