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Por casi diez años, el sudafricano Nkosinathi Emmanuel Phakathi abusó y secuestró a decenas de víctimas. La mayoría eran niñas y adolescentes
Nkosinathi Emmanuel Phakathi es un nombre que será recordado con temor y rechazo en Sudáfrica. Durante casi una década, este hombre de 40 años se convirtió en el autor de una de las peores cadenas de crímenes sexuales que ha visto el país. Sus actos, que dejaron una profunda herida en la comunidad de Ekurhuleni, un municipio al este de Johannesburgo, incluyeron 90 violaciones, agresiones, secuestros y robos, según la información detallada por BBC News.
El viernes 4 de octubre fue sentenciado a 42 cadenas perpetuas, más 791 años y seis meses de prisión por un total de 148 cargos, incluyendo violación, secuestro y agresión. “Esta es una de las sentencias más severas que se han dictado. Aunque entendemos que las víctimas podrían no recuperarse de lo que les ocurrió, esperamos que esta sentencia les haga justicia”, afirmó la vocera de la Fiscalía Nacional de Gauteng, Lumka Mahanjana.
Las víctimas de Phakathi, en su mayoría, niñas y adolescentes, eran vulnerables. La más joven tenía apenas nueve años, mientras que la mayor tenía 44. “Sus crímenes no solo atentaban contra la integridad física de sus víctimas, sino que buscaban humillar y destruir su dignidad”, señaló la Autoridad Nacional de Procesamiento de Sudáfrica (NPA).
Sus ataques se concentraban en aquellas que estaban solas, en momentos de vulnerabilidad, como cuando se dirigían a la escuela o volvían a casa del trabajo. Los crímenes ocurrían en la calle o en los hogares de las víctimas, aprovechando que las interceptaba en rutas poco transitadas.
Phakathi tenía un modus operandi meticulosamente calculado. Para acceder a los hogares de sus víctimas, se disfrazaba de electricista, fingiendo acudir a arreglar algún electrodoméstico. Una vez dentro, la violencia sexual y la crueldad se apoderaban de la situación. Según declaraciones recogidas por el medio Times Live, en algunas ocasiones obligaba a familiares presentes, incluidos niños, a ser testigos de las violaciones, lo que añadía una capa de trauma a la experiencia de sus víctimas. En palabras de la jueza Lesego Makolomakwe: “El móvil de los delitos sigue siendo desconocido. El uso de un arma de fuego y un cuchillo indica que los delitos fueron premeditados”.
El terror de Phakathi fue un ciclo que duró nueve años. Sus crímenes comenzaron en 2012 y continuaron hasta marzo de 2021, cuando fue finalmente detenido. La operación policial culminó con el hombre herido de bala, lo que resultó en la amputación de su pierna.
Desde entonces, dependía de muletas, y así llegó al juicio. En un intento de suavizar la sentencia, el acusado solicitó al tribunal que se tomaran en cuenta los tres años y seis meses que había pasado en prisión preventiva. Sin embargo, su declaración no conmovió a la jueza, quien enfatizó que la gravedad de sus crímenes y la evidencia contundente no dejaban espacio para indulgencias.
La justicia sudafricana consideró que Phakathi no mostró arrepentimiento alguno y que su rehabilitación era imposible. La jueza a cargo del caso, Lesego Makolomakwe, señaló que el acusado no había dado ninguna señal de remordimiento por sus actos. Durante el proceso judicial, la fiscal Salome Scheepers fue clara al recalcar que Phakathi “cometió delitos muy graves que causan humillación y atentan contra la dignidad de las víctimas”, según cita el medio EFE.
La jueza coincidió con la fiscalía en que la posibilidad de rehabilitación de Phakathi era nula. La sentencia ejemplar que recibió no solo buscaba hacer justicia por las decenas de vidas que destruyó, sino también poner un freno al crecimiento de delitos sexuales en el país. “Nuestros tribunales tienen la obligación de imponer sentencias severas por este tipo de delitos, en particular cuando se trata de niñas jóvenes, inocentes, indefensas y vulnerables”, afirmó Makolomakwe.