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¿Qué mayor crueldad puede ser para una madre y una familia que la desaparición de uno de sus seres queridos? Aferrarse a la esperanza de que en algún momento aparezca con vida la persona de quien se desconoce su paradero es una de las peores torturas a la que puede enfrentarse un ser humano.
Es lo que sucede desde el pasado 30 de marzo con los parientes de Odalys Ivannia Vaquiata Quispe, una mujer que ahora tendría 29 años, pero de quien nada se sabe desde aquel sábado aciago cuando, junto a su pareja, viajó a la comunidad afroboliviana de Tocaña, en la provincia Nor Yungas del departamento de La Paz.
El enamorado de la mujer está detenido preventivamente en el penal de máxima seguridad de Chonchocoro, mientras la sociedad, estremecida, exige el esclarecimiento de los hechos.
No se conoce públicamente el avance de las investigaciones porque este proceso se encontró mucho tiempo bajo reserva, aunque esta medida excepcional solamente puede aplicarse por espacio de 10 días, plazo que feneció a principios de mes. No queda claro por qué continuó tanto tiempo esa figura en vigencia.
Independientemente de ese dato, que no es un detalle menor, Fiscalía y Policía deben hacer un trabajo a conciencia y esclarecer lo sucedido.
Si Odalys está viva —como lo deseamos todos— que sea devuelta al seno de su hogar y se expliquen las razones por las que permaneció oculta casi dos meses. Si, por el contrario, desgraciadamente, falleció, es necesario recuperar sus restos y darles cristiana sepultura, acompañar solidariamente a sus familiares en su profundo dolor y ayudarlos a que encuentren consuelo; pero, simultáneamente, será necesario que el culpable de su deceso, si lo hubiera, afronte las consecuencias de su acción y reciba la condena judicial que le corresponde: la pena máxima aplicable en la legislación boliviana: 30 años de presidio sin derecho a indulto.
El enamorado, quien actualmente, guarda detención preventiva, es presumiblemente inocente, en tanto las autoridades llamadas por ley no comprueben fehacientemente su culpabilidad.
Por el momento, sólo pesan en su contra indicios y no pruebas de que tuvo algo que ver en la desaparición de Odalys, aunque su madre denuncia que recibe amenazas y el sospechoso recibe protección política. Al menos, es lo que asegura la progenitora de la desaparecida.