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(CNN) — La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos tiene un impacto enorme para América Latina.
Líderes conservadores como el presidente de Argentina, Javier Milei, y el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, así como Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil, fueron de los primeros en felicitar a Trump y se sentirán envalentonados por una victoria tan concluyente.
Los progresistas como Gustavo Petro, presidente de Colombia, y Claudia Sheinbaum, presidenta de México, en cambio, se preparan para una relación difícil con la nueva Casa Blanca.
México probablemente enfrentará la mayor carga de los próximos cuatro años porque, como el mayor socio comercial de EE.UU., sus exportaciones podrían verse gravemente afectadas por los aranceles proteccionistas que Trump prometió. Este miércoles por la mañana, el peso mexicano cayó a su nivel más bajo en dos años antes de recuperarse parcialmente en operaciones posteriores.
Sheinbaum dijo a periodistas este miércoles que “no hay razón para preocuparse” y que EE.UU. y México “no compiten entre sí”, pero su gobierno se verá presionado para llevarse bien con Trump rápidamente y firmar un acuerdo antes de que se establezca la nueva política económica.
Gran parte de ese acuerdo se basará en la migración, con México obligado a desempeñar un papel más activo para limitar las llegadas a la frontera sur de Estados Unidos.
La promesa de Trump de deportar por la fuerza a millones de migrantes indocumentados, si se lleva a cabo, podría causar estragos en toda la región de América Latina, donde muchos países dependen de las remesas de EE.UU. para impulsar sus economías.
Dicho esto, restringir la migración hacia EE.UU. seguirá siendo un desafío formidable en los próximos cuatro años, especialmente si los planes de Trump impulsan la producción interna a expensas de las economías en el resto del continente americano.
Por último, los regímenes autoritarios como los de Venezuela y Nicaragua podrían ver el beneficio de un enfoque más transaccional de la política exterior, con la nueva Casa Blanca feliz de pasar por alto sus abusos antidemocráticos siempre que se reviertan las tendencias migratorias.