El último registro oficial de feminicidios en Bolivia en las diferentes capitales sigue en ascenso ¿Qué nos pasa a los bolivianos que toleramos la pérdida valiosas mujeres? Total indiferencia y escasa imaginación y temor de las autoridades para reprimir este execrable crimen, pese a disponer de leyes draconianas, al ser más importante de la creación.
Por otro lado se extraña el apoyo constante de la prensa para publicar ampliamente con fotos de los autores de feminicidios, fehacientes y potenciales agresores para causarles por lo menos la muerte civil, pero tal lirica ambición no existe pues los medios aspiran siempre a espacios pagados, entonces, no se practica una verdadera prensa de solidaridad.
El Alemania, desde que introdujeron “el no significa no”, su violación es elemento suficiente de prueba para procesar al violento y la prensa publica sin costo las fotos de los feminicidas y agresores.
Todo el mundo sensible está profundamente preocupado y con ira contenida por la brutal violencia sexual y los asesinatos de mujeres y niñas. Más allá del costo irreparable de valiosas vidas, los asesinatos de mujeres y niñas trasuntan los insoslayables y perjudiciales fallos en la sociedad, ¿Quién debe corregir esos fallos estructurales y reconducir a la sociedad? Indudablemente el Estado y sus poderes públicos; por ello no es fácil gobernar si no está preparada y formada toda la burocracia que asume los poderes del Estado frente a un problema gravísimo como la violencia contra las mujeres y niñas y las constantes comisiones de feminicidios.
Para gobernar eficazmente hay que retrotraerse con humildad para aprender a los antiguos sabios griegos que cuando ascendían al poder tenían un solo objetivo: servir al pueblo; dos palabras que encierran un contenido sin límite de dedicación y, para cumplir esa máxima, entregaban su vida al servicio del pueblo como un verdadero apostolado sin pensar en sí mismos como gobernantes, entonces, coincidirá el lector, cuando el gobernante asume ese apostolado se elimina la corrupción por simple decantación.
No es propio de la condición humana introducir indolencia y resignación ante la ausencia de dominio de los instintos básicos de los hombres, generadores de este caos referido al respeto y preservación, como derecho fundamental, de la vida humana. Nuestro país, y el resto de países de Latinoamérica, por el alto costo de estas deformaciones de la sociedad, se priva irremisiblemente del progreso, pues se extirpa sin recuperación a un ser humano de actuar en la sociedad y conocer y disfrutar su aporte, causando daños psicológicos de por vida a las mujeres y niñas víctimas de la violencia doméstica y de pareja, precisamente al ser más importante de la creación.
Se requiere inmediatamente y con carácter mandatorio, bajo la tutela del Estado y sus poderes públicos, un radical y sustentable cambio que se debe metamorfosear en muchos niveles, tanto en los ámbitos culturales, físicos e incipientes de las sociedades, tanto urbanas como extraurbanas.
El hogar es la fase cardinal para el esclarecimiento, ahora por la necesidad muy temprano, a los niños de esta cruel usanza, acción que debe ser transmitida por padres diligentes sin dilaciones, temores o prejuicios; de esta manera de forman niños psicológicamente estables y actualizados con las servidumbres humanas y, conscientes del latente peligro, posibilitaran con actitudes firmes de su intelecto generadas por el esclarecimiento, la desestructuración de la impunidad.
Es desgarrador conocer que unas 100.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año, y no es infrecuente como causa la escalada de violencia doméstica, peor aún, estudios realizados en el Brasil, estiman que cada ocho horas es asesinada una mujer por su compañero íntimo, triste reflejo que confirma que el hombre no asigna prevalencia a su pródiga inteligencia para que domine sus instintos, transformándose en un ser primitivo y cercado implacablemente por aquéllos.
No existen, y hay que afirmarlo sin eufemismos, progresos alentadores en la justicia, aunque en nuestro país y casi toda Latinoamérica, se han promulgado y sancionado leyes para investigar y castigar el acoso sexual, la violencia doméstica y el feminicidio, empero, es un oasis lírico, mientras no se disponga de la indeclinable voluntad de los poderes públicos para su real y efectiva implementación por funcionarios honestos e incorruptibles, la asignación de medios modernos de investigación policial, la estructuración de un poder judicial probo, formado jurídicamente con idoneidad y contrario a la impunidad, la sensibilidad de toda la prensa es vital para este caso de los feminicidios y agresiones, evitando el mercantilismo, el rearme moral del hombre y del hombre en ciernes, pues el pueblo sufre estas incesantes pérdidas de mujeres y niñas valiosas sin recuperación.