La oposición política a un gobierno es necesaria pero no corporiza la tendencia hacia la animadversión y a la ruptura del diálogo; las sugerencias para enmendar deberían ser escritas y correctamente formuladas con fundamentos irrebatibles y, mejor, presentadas personalmente contribuyendo constructivamente al buen andar de un gobierno siendo éste el íntimo y valorado interés de la población, pero no para derribarlo o descalificarlo.
La oposición hace décadas está dominada por una endémica costumbre que degenera en hábito y que se manifiesta tiránica;
así, esos políticos opositores diletantes son incapaces de resistir el afán de difamar al político opuesto en su vida privada, cometiendo el grave error de no focalizar el objeto medular de su crítica. Por ello aprendimos con John Locke a crear y sostener el vigor de un espíritu honesto que permite con ventaja luchar contra el imperio de una costumbre que estructura una disciplina moral frente al político contrario.
Pertenecer a un partido político de oposición, donde los jóvenes con ilusión de gobernar se convierten, por la presión de los que
dirigen la agrupación política, ineluctablemente en imitadores pasivos de aquellos que le rodean. Si no se forja un carácter que denota una propia conducta más que la de sus compañeros, tenderá a fijar sus propósitos y a formar los principios de vida que decanten en beneficio de la patria, no personales, que es actualmente la impronta de los políticos de oposición.
La precitada actitud denota una admirable fuerza de voluntad y de libre acción que le permitirá al político en ciernes escoger a sus
amigos afines en la sindéresis, que no es poco, y a su sociedad. No cobijar por convicción estos propósitos conduce inexorablemente a una falta de resolución; los jóvenes con ilusión política y apostolado por el País, lo mismo que los viejos, mutan en esclavos de sus inclinaciones aprendidas de otros y se conforman con una imitación servil de los políticos manipuladores que hacen de la política un medio de vida, con ausencia de dignidad ante su correcto calificativo de tránsfuga, lo cual no es nada edificante para un espíritu joven con legítima aspiración a gobernar el País en un futuro próximo. Estos jóvenes que se preparan adecuadamente
con la imprescindibilidad del conocimiento para gobernar, empero, por la senda legal y constitucional, no por golpes de estado
que, usualmente para triunfar, buscan el apoyo de las fuerzas militares y si este gremio tan importante no dispone de base moral y de un conocimiento pleno de sus deberes constitucionales, deviene el caos. La oposición en su núcleo debe recibir constantemente una sabia influencia y buena dirección para poder emplear sus propias fuerzas intelectuales, profesionales y de los oficios
convencionales, eligiendo en la sociedad a aquéllos que sean superiores, para solicitar reunirse frecuentemente con el gobierno en funciones y plantear con fundamentos, para corregir, los inevitables errores que pueden cometerse en la conducción del País.
El error más extendido que ingresa en la esfera penal es aquel por el cual se critica a una autoridad de una institución que regula y dirige el ámbito de su competencia o al presidente de una empresa estatal sobre un presunto error o mala gestión. Se tiende irreflexiva e insuperablemente a difamar con cualquier otro antecedente personal anterior que no tiene correspondencia con el posible error o negligente gestión y peor, no se critica directamente con el valor civil exigible a toda persona, sino que se utilizan las redes sociales que universalmente no son fiables pues se nutren de apasionamientos y sesgos que distorsionan la verdad profunda.