¿Qué le hace falta a Bolivia para conseguir no ya una medalla sino un diploma en los Juegos Olímpicos? Antes de entrar en materia habrá que apuntar que el Comité Olímpico Internacional concede medallas de oro, plata y bronce a los tres mejores de cada competencia y distingue con diplomas a los deportistas quienes ocupan desde el cuarto hasta el octavo puesto.

Habrá que convenir que para obtener un sitio de figuración es necesario tener atletas con condiciones para la práctica de determinada disciplina. Es necesario contar con ojeadores en todos los deportes y seleccionar a los mejores y comenzar un programa serio de entrenamientos para perfeccionar su técnica y sus registros específicos.
Sin embargo, entre el deber ser y el ser de las cosas hay una enorme distancia.

China, Cuba y los países de la órbita socialista, actual y antigua, han establecido una política tal que el deporte es una cuestión de Estado, un mecanismo que les sirve para demostrar sus logros en materia de salud, educación y, en general, de desarrollo humano.

Los seleccionados no tienen que preocuparse por su manutención. El Estado es responsable de cubrir todas sus necesidades.

En los países capitalistas industrializados, los colegios, las universidades y las instituciones deportivas de todo nivel cuentan con programas para desarrollar talentos. Es normal que, en la preparatoria, lo que en el país equivale al nivel secundario, los colegios den becas a promisorios deportistas para que los representen en los torneos nacionales de ese nivel y lo propio sucede en universidades.

En los países emergentes de Sudamérica —Argentina, Brasil y Colombia— por citar tres casos, el Estado desembolsa recursos para fomentar a los deportistas, quienes reciben becas mientras se preparan para cada ciclo olímpico que consta de cuatro años. En ambos casos, profesionales en los campos del entrenamiento específico, la preparación física, nutrición, medicina deportiva y psicología, sólo por citar a algunos, son encargados de supervisar el trabajo de los deportistas de élite. En el país, el deporte es la quinta rueda del carro, lo que se traduce en una deficiente preparación, cuando no una fuga de talentos. Mientras el Estado no asuma su responsabilidad en esta área, pensar en medallas o diplomas olímpicos será una mera utopía.